La pasión no muere
Fecha: 29/03/2022,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Entró en la casa, a oscuras, cosa que era extraña porque ni siquiera se oía que su mujer estuviera en la cocina o frente la televisión. ¡Bah! Quizás salió y no tuvo tiempo de avisarme, pensó. Pero muy dentro de él estaba preocupado, sobre todo porque hacía un par de horas había hablado con ella y la inocente paloma lo había dejado algo caliente. Sonrió ante sus palabras por teléfono.
–¿Qué haremos hoy en la noche, cielo? –Le cuestionó su mujer, con una voz extrañamente suave.
–No lo sé, cariño –le contestó–. ¿Tienes algo en mente? –La pregunta iba dirigida específicamente a su mentecilla pervertida.
–Tengo muchas cosas en mente, amor –la voz sensual de su mujer le llenó los sentidos–. ¿Quieres que te de un adelanto?
–Me encantaría, mi vida –ella río del otro lado.
–Tú y yo, en medio de las escaleras... –susurró con sensualidad–, teniendo el mejor sexo de nuestras vidas.
–Suena interesante, mi amor –le respondió con la voz ronca–. Eres cruel, cielo, me muero por llegar a casa –la joven esposa se rio divertida.
–Te estaré esperando, amor. Te amo.
–Y yo te amo a ti, cielo.
Y habían colgado y él se había sentido profundamente insatisfecho. Había apurado su papeleo en la oficina para salir antes.
Se aflojó la corbata, y zafó el primer, y segundo, botón de la camisa. Lanzó las llaves del auto en la mesita del recibidor y fue entonces que notó que había algo pegado en el espejo. Era una nota.
"Hola amor (¿era eso una marca de labios pintada en el ...
... papel?), te dije que te prepararía algo. Comienza a quitarte la ropa, mi amor, déjala donde más se te antoje. Sigue el camino de velas y rosas por el pasillo y los escalones.
Te espera con ansiedad, tu cielo."
La sola idea de desvestirse sin que ella lo hiciera le hacía vibrar, y recordando las palabras de la tarde su cuerpo prácticamente cobró vida. Su entrepierna ardió y su miembro comenzó a endurecerse.
Dejó la nota en su lugar, y entonces fue consciente de que a medio pasillo comenzaba un camino encendido de velas rojas y blancas. Obedeciendo la nota de su atrevida mujer, comenzó a quitarse la ropa: zapatos, calcetines, la camisa la largó en la entrada, los pantalones negros los quitó y los dejó sobre el barandal.
Subió la mirada, recorriendo las escaleras que daban vuelta a la izquierda. La miró allí, arrebatadora y sensual. Delineó con la mirada sus piernas blancas, torneadas y bellas, llegó a sus caderas, bastante pronunciadas y entonces se topó con la vista de una camisa de color vino, dejándole ver el abdomen plano de su mujer. La camisa era de él, y estaba pobremente abotonada de arriba, permitiéndole notar que no llevaba sujetador.
–Muérdela –pensó inconsciente.
Oh, sí, deseaba morderla. Probarla y enterrarse en ella todo lo que su preciosa mujer le permitiera. Siguió paseando la vista, hasta sus labios que le sonreían con coquetería y sensualidad. Él devolvió la sonrisa de forma sensual. Subió los escalones, lentamente, detallando el rostro de su ...