1. Mi dulce ex, mi hermosa ex.


    Fecha: 03/04/2022, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Amaba su cuerpo, sus curvas, su olor, sus besos, su voz tierna y su dulzura. Amaba lo que era cuando estábamos juntos a solas las veces que nos veíamos.
    
    Ese día había decidido demostrarle que, a pesar de mi forma de ser en la intimidad, un poco femenina, me encantaba ella, y que no era necesario que yo usara ropa de chica para que me encendiera ella, como mujer, con todo su esplendor, sensualidad y carisma.
    
    Habíamos llegado al apartamento esa última tarde. Estuvimos casi todo el día en su universidad ya que tenía un examen que debía presentar, y como en todo, yo era devoto de hacerla sentir bien en todo aspecto, por eso fui y la acompañé. Bueno, claramente la verdad deseaba estar con ella a cada instante.
    
    Viajamos en transporte público desde (algún lugar en donde estaba ubicada la suntuosa universidad) hasta el centro de la ciudad, allá por cierta calle. Estábamos cansados, pero también ansioso por estar juntos. Sabíamos que no nos volveríamos a ver en mucho, muchísimo tiempo. Más del que yo quise alguna vez (nunca más).
    
    Ella llevaba su delicioso perfume de limón, que ese día usó solo para mí. Se había vestido con ropa formal para presentar su tribunal: blusa de botones ejecutiva de color blanco, unos pantalones oscuros y, para el frío, su suavecita bomber que amaba abrazar. Era como abrazar una osita tierna y frágil.
    
    La recuerdo así: 1,56 metros de puro amor, delgada y con una cintura delicada, anchas caderas, lo que le permitía tener una cola pronunciada, ...
    ... bien formada y redondita. Sus piernas, gruesas, más gruesas que su cinturita de muñeca. Sus tetas, pequeñas pero perfectas para exprimir, besar, chupar y morder. Su cara, angelical, qué les puedo decir, angelical y delicada, coronada por un cabello lacio y largo color castaño claro, hasta la cintura. Toda una princesa, con unos ojos tiernos, traviesos y dulces. Era la mujer perfecta para mí, tal y como me gustaron siempre. Bueno, y me siguen gustando. Y un acento que, ay Dios… riquísimo.
    
    Nos tumbamos en el sillón de la estancia a penas entramos. Ella, incontrolada, se me subió sobre las piernas aún vestida y me besó con pasión. Nos comíamos a besos con tanto deseo. Siempre nuestras lenguas jugaban todo tipo de juegos en nuestras bocas. Se la atrapaba con mis labios y la sostenía hasta que explotábamos de la risa. Ella hacía lo propio con la mía. Me atrapaba mi labio inferior entre sus labios y succionaba. Nos comíamos la boca. Yo la tocaba, acariciaba sus curvas y la abrazaba.
    
    Al cabo de un rato, decidimos que era tiempo de ir a la habitación. Nos pusimos de pie y nos besamos una vez más, yo con mis manos sobre su culo firme. Lo pellizcaba y ella comenzaba a mover sus caderas de atrás hacia adelante. Se comenzaba a mojar, yo lo sabía. Se quitó su chaqueta y la lanzó al sillón, y decidimos hacer un juego de rol en el que ella era mi jefa.
    
    “Mmmm, jefecita, qué deliciosa está usted hoy, me encanta”, le decía mientras manoseaba toda su cola y sus caderas. “Quiero quitarle ...
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