Cazadores de chochos
Fecha: 24/04/2022,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: C A Espaicho, Fuente: CuentoRelatos
... turistas. Sin embargo, debido a la pandemia, este año no ha sido igual. Pero entonces había infinidad de turistas que pululaban por doquier. Hacía un sol cálido, puro, resplandeciente de luz ambarina, con brisa, como son los atardeceres decembrinos de mi ciudad. Al salir del parque nos acercamos a un carrito de raspados a comprar dos raspados. Mientras el señor nos los despachaba, llegó la chica.
José y yo nos miramos como diciendo: "Hey, ve la hermosura que acaba de llegar". Era una nena de rostro alargado, ojos claros y dulces, cuerpo esbelto, piernas estilizadas. Deliciosa, parecida a esa ninfa con una flor amarilla en la oreja que en el cuatro de John William Waterhouse agarra del brazo a Hilas y lo atrae al agua del lago. Sin que la ninfa ni el vendedor de raspados se dieran cuenta, José me alzó las cejas en señal de preguntar que si iba él o yo. Hice un corto movimiento de cabeza hacia él. ¿Yo?, dijo abriendo los ojos. Asentí. Luego, cuando el señor fue a echarle el jarabe al raspado de ella, le preguntó qué sabor quería de los que había. La chica eligió uno cualquiera. Entonces José le mencionó otro sabor con el que podía combinarlo, que así quedaría más sabroso.
La chica aceptó y pidió que le echaran otro sabor. Entonces, para entrar en confianza, a José se le ocurrió contar el chiste del raspado. Ya ni me acuerdo cuál es. José tenía un chiste para cada ocasión. A veces uno no entiende cómo los chistes malos pueden causar gracia. Pero, se sabe que es la manera ...
... en que los refieren la que produce risa. Los chistes de José eran malísimos, lo que daba risa era cómo los contaba. A la chica le hizo gracia el chascarrillo, o cómo lo contó José. Cuando se despedía, después de haber recibido y pagado su raspado, José le preguntó si podíamos acompañarla; a menos que tuviera algo que hacer. Dijo que no, sólo estaba paseando, conociendo la ciudad.
-¿Los dos? -preguntó.
-Sí, somos amigos. Me llamo José -dijo él extendiéndole la mano. Ella a su vez le dio la suya, y el nombre.
-Yo soy C. A. -dije y le extendí la mano también. Sentí la piel de su mano muy suave al tacto y me llegó con más intensidad el olor a bronceador. Repitió su nombre y yo agregué-: Mucho gusto.
Ella sonrió. Dijo que no había ningún problema en que la acompañásemos.
Mientras caminábamos nos preguntó cuáles eran los lugares más emblemáticos de la ciudad, sobre todo qué playas le podíamos recomendar. Le comentamos acerca de Playa Blanca, un lugar paradisíaco donde el agua era tan diáfana como la de la película La playa protagonizada por Leo DiCaprio. Ella dijo que esa película le encantaba y haberla visto era uno de los motivos que la habían llevado a viajar. En busca de aventura y placer. Su voz era baja, un poco tímida, y arrastraba la erre al pronunciar palabras que contuviesen dicha letra. Pero se podría decir que hablaba bien el español, y lo entendía perfectamente. Era de Europa y no llevaba mucho tiempo en la ciudad. Le preguntamos por el motivo de haber ...