1. Cazadores de chochos


    Fecha: 24/04/2022, Categorías: Sexo en Grupo Autor: C A Espaicho, Fuente: CuentoRelatos

    ... elegido Colombia para viajar, y ella dijo que quería conocer nuestra cultura; en todo sentido. Cuando dijo <en todo sentido>, los tres nos echamos a reír, pero no le dimos largas al asunto. Habíamos caminado hasta el Parque de La Marina y cruzado la avenida para contemplar el mar, luego fuimos a la Plaza de La Trinidad, ya casi era de noche, y nos sentamos allí, en la banqueta de cemento que bordea la plaza, a seguir conversando. Ella nos preguntó qué hacíamos, a qué nos dedicábamos.
    
    -Yo estudio Filosofía -dijo José-. Y trabajo medio tiempo en un pequeño hotel de aquí del centro.
    
    -¿No será el hotel donde me estoy hospedando? -preguntó la extranjera.
    
    -No creo, te habría visto. ¿Cómo se llama tu hotel? -preguntó José.
    
    -Tres Banderas.
    
    -Ah, no, yo trabajo en otro -dijo José-; pero está ubicado cerca del tuyo, por el parque Fernández de Madrid.
    
    Dirigiéndose a mí, la extranjera preguntó:
    
    -¿Y tú a qué te dedicas?
    
    - Estudio Lingüística y literatura.
    
    -¿También trabajas?
    
    -Por ahora no.
    
    -¿Ambos estudian en la misma universidad?
    
    -Sí -respondí.
    
    José le preguntó si estaba estudiando y ella dijo que todavía no había ingresado a la universidad. Antes quería viajar, conocer otros países. Había viajado con una amiga y su novio. Llevaban pocos días en Cartagena. Ese día, al parecer, sus amigos habían salido dejándola en el hotel, aunque le dijeron dónde iban a estar. Después se aburrió y decidió salir adonde estaban ellos. Pero se encontró con ...
    ... nosotros.
    
    -Compremos algo de beber -dijo José-. Unas cervezas. Y le preguntó a la extranjera-: ¿Tú tomas?
    
    -Sí -dijo ella.
    
    Yo me ofrecí a buscar las cervezas. Nos las tomábamos entre risa y risa escuchando los chistes malos de José. El chiste de la piña colada, el del burro amarrado, el de las zapatillas converse... Nojoda. Al cabo de varias rondas las risas se convirtieron en carcajadas. El que más se reía era yo; ya estaba bastante prendido. Me reía a gritos, estridentemente, me reía como una vieja bruja. Pero no me importaba. Y a la extranjera tampoco parecía importarle. Al único que le incomodaba era a José, que me decía que bajara el tono, que no actuara como un loco con esa risa esquizofrénica. No había que perder el estilo, la clase.
    
    -Chica yo tengo una duda -dijo José-. Hace un rato, cuando estábamos en el malecón, tú hablaste de que querías conocer nuestra cultura en todo sentido.
    
    -Sí -dijo ella.
    
    -Yo supongo que eso incluye el sexo, las mecánicas amorosas de nuestra cultura.
    
    -Así es.
    
    -Mi duda es: ¿ya sabes cómo hacen el amor los de acá?
    
    -No -dijo la extranjera, y dibujó una sonrisa embriagante en su rostro.
    
    Mi mirada se fijaba por momentos en las piernas, la cintura y el busto de ella. Su piel, a la tenue luz de los focos de la plaza, irradiaba una pureza de miel. Mi sátiro interior estaba que saltaba como lo haría un tigre hambriento sobre su presa para devorarla.
    
    -Pues es hora de que lo descubras -le dijo José-. Y por partida doble. ¿Qué ...