El regalo: Un antes y un después (Vigésima quinta parte)
Fecha: 09/05/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... vas? ¿No quieres escuchar la siguiente parte? —Le pregunté acercándome a la mesa del comedor.
—Necesito respirar Silvia, y meditar en todo esto. De paso voy a repostar combustible y lo dejo lavando, que está hecho un asco. Tú mientras tanto, puedes hacer el almuerzo. De regresó traeré tu aguardiente y algunas cervezas para amenizar el resto de tu relato. —Le respondí con mi razonada necesidad.
Y así fue que en aquella veraniega tarde madrileña, después de almorzar, recostado contra el muro del balcón, –fumando– destapé una de las nuevas cervezas, intrigado pero ya no tan molesto, y esperando a que Silvia terminara de lavar los platos y retomara el sendero final de su historia.
—¿Qué tarde tan calurosa no te parece? —Le dije a mi esposo desde la cocina, cuando terminé de secar los platos.
—Así parece, aunque tú, tan solo con mi camisa puesta, debes estar bien aclimatada. —Le respondí un poco sarcástico.
—¡Jajaja! Puede ser mi vida, para que te lo voy a negar. Pero no lo decía por mí, sino porque te veo un poco acalorado con esa sudadera puesta. Al menos déjate sin ese buzo hoodie. —Le insté para que mi esposo me dejara ver de nuevo, su fortalecido torso desnudo.
—Es qué debajo no llevo nada. —Le respondí ya mucho más cordial y disipado, dando otro sorbo a la fría bebida enlatada.
—¡Pues mejor aún! Y ven para acá dentro que se está mucho más fresco. Hazme caso y acomódate en el sofá. Acaso… ¿No te estas muriendo de las ganas por conocer que pasó con ...
... Antonella? —Lo invité con una segunda intención.
—¡Puff! Bueno está bien. —Y apagando la colilla en el fondo del cenicero, entré con él en una mano y en la otra mi cerveza nueva.
Acomodé la mesita auxiliar más cerca del mullido sofá y quitándome el buzo y el pantalón de la sudadera, casi arrastrando el bóxer gris también, me estiré de medio lado, semidesnudo sobre los blandos cojines. ¡Y sí! La admiré de nuevo como siempre la miraba desde la primera vez que me enamoré de su angelical sonrisa, cuando más desarreglada estaba, yo más preciosa la encontraba.
De medio lado su melena, haciendo una graciosa ola hacia su izquierda. El largo cabello caía revuelto entre castaños lacios y otros mechones cobrizos semi ondulados, que ocultaban sin esmero, parte de su costado por sobre la camisa azul que esa tarde en algún momento, Silvia solo aseguró con dos botones. Por su postura en la esquinera poltrona, con sus piernas elegantemente cruzadas, la «O» de su ombligo poco profundo, –después de sus dos embarazos– quedó al descubierto para el deleite de mis ojos.
—¡Te amo! Aunque tal vez ahora tú no lo creas. —Le dije con honestidad temprana, levantando mi copita de aguardiente, brindando en diagonal a él, lleno el translucido envase hasta casi rebozarlo y antes de continuar mi relatada madrugada con mi amante italiana. Y bebí todo su contenido de una, fijándome en la mirada perdida de Rodrigo, reconociendo mi vientre desnudo y la mía a su vez, en su parcial desnudez. ¡Mi ...