El regalo: Un antes y un después (Vigésima quinta parte)
Fecha: 09/05/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: DestinyWarrior, Fuente: CuentoRelatos
... de quien, manteniéndose en su estado de limerencía hacía mí, quería presentarme sus excusas.
—¡Ese esposo tuyo es un experto conquistador! —Gritó Amanda, dos pasos por detrás de mí, pero luego fue la voz de la señora Dolores, que manteniéndose bajo el vano de la puerta de la cocina, inocentemente controvirtió con sus sabias palabras, la emoción de mi compañera.
—¡Pero el color de esas flores, son como para pedir perdón! —Y en los ojos de mis compañeras, la intriga se vislumbró.
Azarada por los preciosos arreglos florales, descargué mis cosas sobre la silla giratoria y tomé primero las rosas para dejarlas sobre la mesita auxiliar ubicada a la entrada de la oficina de mi jefe. En el hall, en medio de las dos poltronas de la salita de espera, el jarrón con los girasoles y encima de mi archivador, allí opté por acomodar los lirios y las Gerberas. Y ante las asombradas miradas de Amanda y Magdalena, me dispuse a ponerme al día, con los informes atrasados.
Mi jefe llegó diez minutos después y dio un vistazo general. Sin sonrisas, saludo general para todas de buenos días, por pura cortesía para ellas y una disimulada luminiscencia en el gris de su mirada obviamente para mí, antes de entrecerrar la puerta de su oficina. No me llamó ni yo entré con él.
Imperturbable permanecí en mi escritorio, completamente ida y lejana mi mente de aquella estancia, con los informes unos sobre otros, formando una aislada torre de trabajos no evaluados. Invisibles para mis ojos, sus ...
... murallas de datos e infinidad de cifras. ¿Me hablaron mis compañeras? Por supuesto, con seguridad en varias ocasiones durante aquella mañana, pero sus voces eran mudas, afónicos ecos para mis oídos.
Preocupadas, ya durante el almuerzo no pude evitar el tropel de sus inquietudes. Preguntas, manos acariciando las mías. Mi lastimero llanto arrullado por abrazos para lograr mi calma. No dije ni una sola palabra, respetuosamente no insistieron. Una taza de té de tila para relajarme, caliente infusión para dopar mi angustia y la tristeza por la tarde. Y no, no marqué a las diez y no recibí su acostumbrada llamada al mediodía. Ni mensajes después.
Impasible don Hugo permaneció esbelto con sus manos cruzadas sobre su espalda, –allí en pie– mirando por la ventana, cuando ingresé a su oficina para despedirme. Me respondió con un abstracto… ¡Hasta mañana! por despedida, sin siquiera mirarme. No me dijo nada acerca del vestido nuevo, escogido por mí y pagado por él, la otra tarde. Sin embargo al darme la vuelta para salir de su oficina, tomé mi móvil y por medio de un mensaje le expresé mi agradecimiento por el bonito detalle de las flores y rematé con otro texto donde le dejé en claro que él no había sido tan culpable.
En casa ya estaban mis hijos, recostados con sus ojitos cerrados, abrazados por mi esposo, uno en cada brazo. Y en la pared, sin sonido el televisor con sus dibujos animados pero fijos en el rectángulo de las imágenes, el café sin brillo de los ojos de Rodrigo. Y ...