Confesión real de un profesor - sexo entre profe de 36 y chica de noveno
Fecha: 06/06/2018,
Categorías:
Hetero
Autor: Stregoika, Fuente: SexoSinTabues
... quitó la jardinera: Que quedaría en ropa interior y eventualmente, desnuda. El corazón me dio un brinco. Afortunadamente, solo fue un truco de mi imaginación. Natalia se había quitado la jardinera y la había arrojado sobre la colchoneta, pero había quedado en leotardo. Sea como sea, el efímero espectáculo fue bastante provocador. Natalia venía de cambiarse en el baño, solo que se había puesto la jardinera otra vez encima para no atravesar el colegio en leotardo. “Qué mamasita” me dije a mí mismo. Estaba en una de esas situaciones, tan lamentablemente repetitivas cuando uno es profesor, en que hay que hacer de tripas corazón y hacerse el fuerte, o el indolente, o el que uno es de piedra. Casi siempre, la tentación y la lívido se controlan con éxito, pero a un precio altísimo que con el tiempo, uno se aburre de pagar: ansiedad. Natalia tenía la piel color trigo. Pero no era ese hecho por sí solo el que hacía que uno quisiera morderla como un apetitoso pan. Sus formas esculpidas por la combinación de la edad y la práctica deportiva, hacían que uno aflojara la mandíbula. También, era de esas niñas con un biotipo que encanta a los incautos varones, ya que, sus brazos tenían una tenue capa de vello, del mismo color de la piel, por lo que también tenía las cejas bellamente pobladas. Y su rostro… (suspiro) su rostro… todavía puedo sentir esas mejillas que se le horadaban con la sonrisa, y esos ojitos negros que desaparecían cuando reía. La muchachita de noveno grado se había amarrado ...
... la melena de forma reglamentaria, para no mechonearse a sí misma cuando estuviera haciendo la rutina. - ¿estás lista? - claro ¿y tú? - por supuesto. Empieza cuando quieras. Capítulo 2 – Gimnasia sensual ¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯¯ Ay dios. Si solo verla ahí de pie después de arrojar su jardinera me tenía cardiaco, verla hacer su rutina me desestabilizó. Mientras aparentaba serenidad, rogaba a dios un poco de fuerza. Por momentos ni siquiera grababa bien, pues prefería verla en vivo y en directo y no a través de la pantallita de la cámara. Natalia hacía medias lunas y otras piruetas de gimnasia artística. La hermosura de su ser se hizo casi tangible. La gracilidad de su cuerpo, la estética apabullante y la sensualidad macabra. Sí, macabra. Lo que le hace la belleza del cuerpo de una jovencita a la mente de un hombre normal, es una trampa macabra de la naturaleza que la civilización ingenua e impotentemente ha tratado de prevenir. Entonces estaba yo ahí, en el potro de torturas, encadenado. Pero encadenado por mí mismo, siendo yo mismo el verdugo, por decisión. Y ¿qué tal si decidía liberarme? Natalia seguía haciendo movimientos que alardeaban de equilibrio y concentración. De vez en vez estaba sentada con los brazos y piernas abiertos o juntando la punta del pie con sus manos por detrás de su cabeza. Era buena. Y yo, estaba muriéndome. En medio de la rutina, el leotardo se le había recogido bastante y estaba metiéndosele en su trasero y vagina de manera brutalmente provocadora. ...