La becaria
Fecha: 30/06/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... de ti hasta que la cabeza queda fuera y cuelga hacia abajo. Te beso para tranquilizarte.
- Así entra mejor.
Luego me acerco despacio al borde de la cama y mi capullo queda tocando tus labios. No puedo ver tus ojos, pero sé que ahora mismo estás contemplando mis pelotas. Me encanta ver tu cuerpo así, al revés. Me inclino y beso tu vulva, saboreo su humedad y lamo su entrada y su clítoris. Siento tu respiración en mi polla cuando la engulles levantando la cabeza.
- Espera. No te muevas.
Penetro tus labios y cuando noto el tope, busco la abertura de tu garganta. Tardo un poco, y tengo que dejarte respirar y escupir un par de veces, pero al final, poco a poco a poco, centímetro a centímetro, mi rabo queda encajado en tu garganta. Solo puedo moverlo con cuidado unos instantes, antes de sacarlo y dejarte toser y tomar aire.
- ¿Has visto como sí entraba? – te digo mientras te levanto.
Te tiendes a mi lado y tu mirada ha cambiado mucho. Pareces estar alucinando de lo que acabas de hacer, de lo que estamos haciendo. Tus ojos van inevitablemente a mi erección. Me empiezas a pajear con fuerza y tu pierna frota nerviosa la mía.
Estás como loca porque te folle. Y yo estoy como loco por follarte, pero quiero alargar el ...
... momento.
- Quiero ver cómo te tocas.
Tienes tantas ganas que no dices nada y te acaricias un pezón. Luego tus dedos se escurren hasta tu clítoris y lo pellizcan. Me contemplas esperando una orden, como un perro el palo de su amo.
Pero no te doy esa orden. Sé que sientes en tu mano el palpitar de mi polla que cada vez está más gorda y más dura. Y siento por tu respiración y la urgencia de tus dedos que te queda poco para correrte. Y tu mirada se torna en extrañeza de que vayamos a terminar así, aunque lo aceptas como aceptas todo lo que te pido. Aceptas lo que quiera pedirte o hacer contigo, no solo en el trabajo sino, como tu mirada me dijo desde el primer día, en toda situación.
Y cuando ya he confirmado hasta eso mismo, te ordeno:
- ¡Móntate!
Te subes encima y ambos sentimos cómo te dilatas. Mi polla entra entera y apretada. No la sacamos ni un milímetro y el orgasmo nos llega implacable.
Sé que la guinda de tu corrida es sentir cómo me derramo, el placer que te da saber que has cumplido mis deseos. Veo tu cuerpo estremecerse, cierro los ojos y me descargo en tu interior.
Otro día nos encontramos en la oficina, a la vista de todos, y te pediré algo. Tú, como siempre, me responderás:
- A tus órdenes.