Singin' in the rain
Fecha: 08/08/2022,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
"Pero ¡qué te has creído, Mario!"; "Tía, Lita, no te pongas así"; "En mi cuerpo yo decido, yo soy la que digo quién entra en mi coño y quién no, y tú, desde luego, ¡ni se te ocurra!"; "Lita, tía, si follas con otros, ¿por qué no conmigo?, ¿qué más te da?, ¡total, un cuarto de hora de nada!, ¿qué te estoy pidiendo?, ¡tía, lo necesito!..."; "¡Te he dicho que no, y es no, follo con quien me da la gana, y tú no estás en mi lista, así que... aire!".
Mientras esta discusión tenía lugar en el barrio, frente al portal de un bloque de viviendas, otra escena se desarrollaba unos pisos más arriba:
"Ahh, ohh, ahh"; "Ough, ough, uff". Rechinar de muelles. "Ahh, Jorge, Jorgito, vamos, có-rre-te, no puedo más". El cabecero de la cama va a hacer que la pared se derrumbe... "Ough, voy, vo-y, ya, ya, Dunia, te quiero-ooohhh". El semen de Jorge bañó la vagina de Dunia; los espermatozoides, raudos, partieron en pos del óvulo. "Ah, Jorge, ansío tanto que me preñes"; "Sí, Dunia, tenemos el día entero para nosotros..."; "Sí". Dunia, salió de debajo de Jorge, empujándole con suavidad, y se levantó de la cama. Jorge, ya recostado, la miró: su cuerpo ancho le gustaba; fijó los ojos, ahora que iba de espaldas hacia la puerta del dormitorio completamente desnuda, en el culo de Dunia, provisto de nalgas carnosas que vibraban a cada paso que daba, en la hendidura oscura como un estrecho desfiladero entre dos montañas: ahí querría estar él todo el día, con la polla metida dentro, caliente, ...
... humedecida del sudor de Dunia, y, de vez en cuando, cuando la naturaleza se lo pidiese, progresar en el interior, penetrar, sentir el gustillo en el prepucio y seguir, y llegar, y correrse oyendo las exhalaciones de placer de su mujer.
"¡Jorge!", llamó Dunia desde algún lugar de la casa; "¡Dime, amor!"; "¡Que voy a salir a la calle, voy a comprar cervezas, casi no nos quedan, y con este calor..., no tardaré!"; "¡Muy bien, amor, aquí te espero, en la cama!". Jorge oyó el chancleteo inconfundible de los pasos de Dunia y el portazo.
Mario volvía de mal humor a su casa, pero antes quiso entrar en la tienda de chinos: tenía sed, la mañana se iba volviendo cada vez más calurosa conforme se iban acercando las horas centrales del día; además el viento terral que soplaba no ayudaba: era un viento tan caluroso que abrasaba hasta a los pajarillos. Estaba cerca de la tienda cuando la vio. Ella iba vestida con un ancho vestido de verano con tirantes y calzaba con brío unas chanclas playeras; las tetas, grandes, se le movían tanto con sus contoneos, arriba abajo, a derecha a izquierda, que Mario se excitó muchísimo. Así que se acercó, la mujer pasó por su lado y él se desplomó.
"¡Eh, muchacho, qué te pasa!", dijo Dunia inclinándose sobre Mario que estaba tumbado sobre la acera; "Oh, creo que nada, es el calor, gracias, señora"; "No me llames señora, que todavía soy joven, oye, ¿te ayudo?, ¿dónde vives?"; "Cerca, no, ya puedo yo...". Mario, tras hacer un gesto de que se iba a incorporar, ...