1. Esta vida tan hermosa


    Fecha: 12/06/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... la lástima hipócrita por el pobre marido engañado. Pero sabía también que todos ellos y ellas, si hubieran tenido la valentía, darían media existencia por cambiar la cruz de sus matrimonios fracasados en los que arrastraban mujeres frígidas y monótonas, hombres frustrados y vomitivos, parejas aplastadas por los prejuicios y los miedos. Pasé directo a la oficina de Rafael ingresando a ella bruscamente sin tocar la puerta.
    
    Se quedó anonadado mientras una ráfaga de miedo cruzó por sus ojos. Sin decirle nada lo agarré por las pecheras de la chaqueta y casi en el aire lo saqué de su asiento. Mi metro noventa y mi condición de instructor de artes marciales que practicaba por hobby, le hicieron temer lo peor.
    
    Sin embargo, me reí en su cara por el terror que desorbitaba sus ojos. No obstante mi gesto violento de mantenerlo alzado de la solapa, le hablé con jovialidad, casi de manera amigable:
    
    -Hermano, ya lo oíste ayer: mantendrás muchos metros de distancia de Celia de aquí y para siempre, a menos que ella decida algún día cambiar de opinión y quiera abrirte otra vez las piernas. Si no es así, quédate con el recuerdo de haber conocido una hembra de verdad, y agradece al cielo haber tenido ese trasero para tu goce. ¿Está claro, verdad?
    
    Movió la cabeza en señal de asentimiento lo que me hizo soltarlo suavemente y, mientras le ordenaba la ropa, le dije como si nada hubiera ocurrido entre ambos.
    
    -No te olvides que en media hora más comenzamos la junta de directorio. No te ...
    ... atrases.
    
    Esa misma mañana, llegado el mediodía, apareció Celia en la oficina para pasarme a buscar pues habíamos quedado de almorzar juntos. Su entrada fue simplemente impactante, apoteósica. Sus largas piernas enfundadas en medias negras caladas podían verse casi desde su mismo nacimiento, pues la falda, si a eso se podía llamar falda, no alcanzaba a cubrir la curva final de las nalgas, en tanto que, al caminar, el triángulo del pubis, apenas cubierto por el minúsculo calzón negro que hacía juego con el portaligas y las medias, aparecía y desaparecía en cada uno de los pasos voluptuosos con los que cruzó el largo pasillo jalonado de escritorios y que conducía hasta mi oficina. Hacia arriba, una blusa de tenue encaje rojo, de transparencia absoluta y anudada en el estómago, dejaba plenamente visibles sus dos pechos cuyos pezones se veían erectos por el placer que le causaba esa situación. Un silencio sepulcral fue la tónica que se apoderó del ambiente escuchándose sólo el armoniosos repiqueteo de sus zapatos de altísimos tacos aguzados. Sólo algunos pudieron reaccionar más prestamente y balbucearon un tímido saludo a la esposa del principal accionista y dueño de la empresa que se presentaba vestida como una puta, hermosa y fascinante, pero una puta al fin.
    
    La recibí en la puerta de mi oficina besándonos con infinita ternura, aunque con un dejo de voluptuosidad porque mi mano cayó deliberadamente sobre su nalga derecha atrayéndola todavía más hacia mí, gesto que no pasó ...