Esta vida tan hermosa
Fecha: 12/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... independencia sexual se hizo absoluta, desarrolló una personalidad provocativa y descarada frente a los hombres, creo un vocabulario desenfadado e hizo de su vestimenta una vitrina para su desnudez, es decir, nada de ella tenía ahora ninguna relación con la Celia de nuestros primeros años de matrimonio. Al poco tiempo comenzó a salir junto conmigo cuando yo me dirigía a mi trabajo en las mañanas, vestida sencillamente de puta, de la manera más escandalosa, pero hermosa como un capullo, lo que me hacía quedar con su imagen de incomparable belleza durante toda la jornada, hasta que al regresar la encontraba siempre radiante, tierna y caliente, pues jamás volvía después que yo. ¿Qué actividades realizaba durante esas horas? No me lo decía y yo tampoco lo preguntaba, tal como quedó tácitamente establecido desde su aventura con Miguel, donde las cosas las hacía sin tomarse la molestia de siquiera comentarlas conmigo.
Todos los días a mi regreso, encontraba su sexo invariablemente empapado en semen, dilatado, aún palpitante, así como su ano y la caspa blanquecina de semen seco que cubría su piel en los pechos, en torno a la boca, en su pelo o sobre su vientre terso y hermoso. No sólo no se molestaba en borrar esas huellas de sus depravaciones cotidianas, sino que hacía una clara ostentación de ello, aunque no lo comentaba con palabras, poniéndose, por ejemplo, a leer desnuda y con las piernas abiertas para que yo apreciara en toda su magnitud las huellas de sus correrías. ...
... También invariablemente aquello me ponía frenético de calentura tomándola en largas y bestiales sesiones de sexo brutal y feroz a las que ella se entregaba gozosa y rendida. No sabía, sin embargo, y tal como ya dije, cuáles eran sus experiencias cotidianas ni dónde las desarrollaba, hasta que me enteré de ello de la forma más cruel y sorpresiva.
Para comprender la perversidad de Celia tengo que contar que la empresa de mi propiedad, próspera y en expansión, la compartía con un socio minoritario, Rafael N., a quien detestaba profundamente. Era un sujeto petulante, vulgar, fanfarrón de sus conquistas amorosas, con un concepto de las mujeres teñido de un machismo despreciable, a quienes consideraba como entes destinados a servir a su lujuria insaciable. Por su pene habían desfilado secretarias y funcionarias de la empresa, casadas o no, que sorprendentemente se rendían como muñecas sin voluntad a su dominio. Luego este sujeto hacía público alarde de sus conquistas sin importarle las consecuencias. Mis tratos con Rafael se reducían a una fría y protocolar relación de negocios, para lo que él era, por lo demás, muy hábil. Rafael había conocido a la Celia recatada de antes de nuestra estadía en la cabaña lejos de la capital y la actitud de ella hacía los solapados avances que Rafael intentó entonces, fue de indiferencia y en algunos casos cortante y casi grosera. Luego de nuestro regreso, la nueva Celia no había vuelto a ir a las oficinas de la empresa y yo no hice nada para que ello ...