La mamá de Joaquín
Fecha: 16/09/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gabriel B, Fuente: CuentoRelatos
... piso, y yo no podía evitarlo.
Mi marido se había ido a trabajar, con el mismo semblante triste de siempre. Me dio un frío beso en los labios y me dejó ahí.
Pensé, como muchas otras veces, que debía apoyarlo. No tenía en claro cómo hacerlo, pero debía apoyarlo.
A las desgracias era mejor no llamarlas, y ese pendejo era una desgracia. Me quedé en el cuarto ordenando. Cada tanto los chicos hablaban en un tono alto, y las voces llegaban hasta mi habitación, aunque no se alcanzaba a entender qué decían. La voz de Pitu, gruesa y autoritaria, resaltaba sobre las demás.
Me tiré sobre la cama. Si no me tocaba no podría estar tranquila. Necesitaba desahogar mi cuerpo para dejar de pensar en estupideces. Me levanté la pollera. Llevé una mano a mi boca y chupé cada uno de los dedos. Con la otra mano, hice a un costado la bombacha y empecé a masajear mi clítoris. Pensé en el muchacho del estudio Goldberg. ¡Qué cerca me sentía de caer en sus redes! Pensé también en el doctor Ceballes. ¿Cuántas veces podría librarme de él sin que me toque o haga algo más? En algún momento quedaríamos nuevamente solos en la oficina. Si me agarraba con la guardia baja sería difícil rechazarlo, por poco que me gustara ese tipo. Mi familia contaba con el sueldo que llevaba. Llevé mis manos mojadas a mi pecho. Estaban hinchados. Pellizqué mis pezones, sintiendo un placer exquisito, al tiempo que mi entrepierna estaba incendiada, largando jugos vaginales, mientras frotaba mi clítoris. Mi cuerpo se ...
... movía casi contra mi voluntad. Como si alguien me estuviese penetrando en ese mismo momento. El respaldo de la cama chocaba con la pared. Debía dejar de hacer ese ruido, pero estaba muy cerca del clímax, y no quería parar.
Entonces escuché que alguien había tirado de la cadena del baño del pasillo. Me acomodé la bombacha, me bajé la pollerita, me limpié la cara con mis propias manos, ya que estaba babeada por mi saliva. Salí al pasillo. Un hombre de hombros anchos, pelo corto, vestido con una camisa azul, salía del baño.
Le pregunté quién era. Cuando se dio vuelta mi corazón dio un vuelco. Era el pendejo. Era Pïtu.
¡Qué locura había hecho aquel día!
Pitu tenía una mirada salvaje. Su piel era marrón, pero en cada parte de su cuerpo tenía una tonalidad diferente. Su físico imponente. Llevaba la camisa con varios botones desabrochados, dejando ver sus pectorales marcados. Sus brazos eran musculosos, y las venas que lo atravesaban estaban muy marcadas, dándole un aspecto de fuerza descomunal.
—Me gustaría que me prometas, que no sólo no lo vas a volver a lastimar, sino que lo vas a cuidar, como hiciste ese día.
Le dije al pendejo. Hablé despacio, como si en ese momento tuviese que ocultar algo.
Me di cuenta que el pibe estaba teniendo una erección. Su miembro bien dotado se levantaba como una carpa debajo del pantalón. Se me acercó. Se apoyó en mi, haciéndome sentir su miembro duro. Intentó besarme, pero lo esquivé. Aún así, empezó a tocarme. Sus manos ásperas ...