La Dama De La Justicia
Fecha: 03/10/2022,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Jonathan Klein se paseó nervioso por el pasillo una y otra vez bajo el escrutinio de la mirada de Ximena, la secretaria que atendía al público en la recepción del despacho de la abogada Eurídice Martensen Ulloa. Jonathan lo notó y se peinó un mechón rebelde hacia atrás, esperando parecer más calmado a lo impaciente que estaba a que llegara su turno. Para serenarse, tomó asiento en uno de los cómodos sillones y se dedicó a observar su alrededor.
El salón tenía una decoración tan sobria como majestuosa, una combinación exquisita para visualizar, como también pretenciosa. Las paredes estaban pinceladas por un profundo azul helénico, donde colgaban hermosos cuadros como; El tres de mayo de Francisco de Goya. A su lado, posaban orgullosas obras como La muerte de Sócrates de Jacques Louis, La muerte de Julio César de F. H. Fuger y una escultura tamaño real de La Dama de la Justicia.
Esta última fue lo primero en que reparó cuando llamó a la puerta y puso un pie en ese lugar, pensando que estaba tomando una de las mejores medidas para apelar a la defensa de Boris Alessander Vial.
Todo estaba pulcramente arreglado y, con una distribución de los muebles, plantas y asientos en el espacio, completamente pensados. Como cada cosa en la vida de la señorita Martensen. Nada era al azar o pronosticado a ser algo que no fuera el éxito cuando se hablaba de ella. Por esto había logrado tener tanto poder en el rubro. Era una persona que dedicó su vida a su desarrollo intelectual y ...
... profesional. Era intachable. Por eso estaba ahí.
No era estúpido. Sabía que necesitaba su ayuda para continuar este caso. Con su experiencia y el últimamente deplorable sentir que le atravesaba estaba en tal escala, que el dolor de cabeza que le hacía marearse en las audiencias se tornó insoportable, desconcentrándolo de su labor. Así, decidió agendar una cita con su médico para un chequeo completo. Para su sorpresa, los resultados arrojaron el descubrimiento de un tumor benigno en el cerebro y apenas tenía que comenzar el tratamiento.
Sin embargo, no estaba asustado. No se iba a morir, no era un tumor maligno y -por suerte-, fue detectado a tiempo. Mas, era incapaz de decir no a los casos nuevos. No porque no pudiera negarse a los pedidos de las personas, ni porque tuviera miedo de decir, -no quiero, no me gusta, no tengo ganas-. Aprender a decir que no era un lujo que en su juventud le había tomado años adoptar. Era tan sano como decir que sí, puesto que, si el otro se ofende, es problema suyo. Aunque ahora era diferente. Necesitaba el dinero y tenía cuentas que pagar. Por lo tanto, decidió acudir a su vieja amiga Eurídice.
Al otro extremo de la habitación, Eurídice Martensen se encontraba en su despacho haciendo el papeleo para mañana. Era tarde y la hora de irse a casa se acercaba con lentitud, hasta que sonó el teléfono.
—Señorita Eurídice, hace quince minutos hay un señor llamado Jonathan Klein que le quiere ver. —Hizo una pausa. —Dice ser amigo tuyo y que no ...