Un día para olvidar
Fecha: 07/10/2022,
Categorías:
Anal
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Perdí la cuenta. Las primeras veces se hace fácil llevar un pequeño diario mental de tus relaciones sexuales, incluso puedes recordar con facilidad todos los orgasmos que te ha producido tu pareja, los lugares, el día y la hora exacta de todos esos momentos, pero si eres una persona como yo, adicta al sexo, sin un antídoto que calme tus deseos sabrás que no puedes retener todo en la mente, llega un momento en que pierdes la cuenta y ese hecho te produce morbo, te conviertes en una ninfómana si es que acaso no naciste para ello.
A eso hay que agregarle el ingrediente perfecto: un primo dos años mayor, tan sediento de sexo como tú, que se hospeda en tu casa, a escasos metros de tu habitación, y unos padres tan confiados que no sospechan lo que sucede mientras cumplen su jornada laboral o mientras yacen dormidos después de un largo y afanado día.
Un día, ese primo tan sediento de sexo como yo me cogió en la habitación de mis padres, en la cama para ser exactos y faltando poco para que mis padres aparecieran en casa, yo me negaba e incluso me molestaba, pero él insistía y prácticamente me forzaba, me desprendía de mi ropa en una lucha que siempre terminaba ganando y me hacía suya a la fuerza mientras disfrutaba verme resistirme a él sin éxito, rindiéndome a su poder sobre mí, a su penetración, sus mordiscos, pellizcos, besos y demás.
Una vez terminado el acto, apresurada ordenaba la cama, cambiando las sabanas y preparando una historia por si mi madre lo notaba y me ...
... sometía a un interrogatorio, pero mis padres eran tan despistados que no se daban cuenta de todo lo que sucedía en su ausencia.
Diego me cogía donde le daba la gana, excepto en los exteriores de la casa, yo debía recoger el desorden que dejábamos para no levantar sospechas. Él disfrutaba con eso, con el morbo de saber que podían descubrirnos, yo entraba en pánico cada vez que a Diego se le ocurría cogerme en esas horas de riesgo.
Siempre que llegaba del colegio sabía que cogeríamos, ya fuese en su habitación o en la mía, en su baño, en el mío o en el de mis padres, en la cocina, en el lavadero, en la sala, al inicio de las escaleras, en el garaje. Si yo me negaba daba igual, me convencía o me forzaba.
No tarde mucho tiempo en pervertirme o mejor dicho, en dejarme pervertir completamente y acceder a todos sus deseos aunque debo enfatizar que fui inteligente en ello. Seguí actuando como si algunas veces no quisiera solo para verle forzarme, me di cuenta de que sentirme violentada me excitaba más de lo que yo hubiese imaginado.
Me volví adicta a su semen, no a su sabor sino al morbo que me produce sentirla caer en mi lengua, mis dientes, mis labios, mi cara, mis ojos, mis senos, mis nalgas; sentirme empegostada de semen me produce mucha excitación.
Muchas veces me fui al colegio con la leche en mi boca, saboreando poco a poco como si se tratara de un trozo de chocolate hasta que ya no queda nada, solo el sabor de los restos en mi lengua y paladar, saludar a mis amigas ...