1. Pablo y la obsesión por las tetas de su madre


    Fecha: 20/10/2022, Categorías: Bisexuales Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos

    ... su clítoris de forma transversal y a toda pastilla. Matilda, chilló.
    
    -¡¡Aaaaa!!
    
    Le tapé la boca con una mano para que no se enterasen los vecinos de que se estaba corriendo. De su coño salió un chorro de flujo que puso perdido el pelo y la frente de Pablo, seguí frotando. El segundo chorro cayó en su boca, y el tercero en su cuello.
    
    Tuvo el orgasmo más intenso de su vida.
    
    Pablo había bebido el jugo de la corrida de su madre, otra de sus fantasías. Yo tenía un empalme brutal. Al quitarle la mano de la boca a Matilda, respiró profundamente, abrió los ojos, y me dijo:
    
    -Si yo fuera tabernera, por follar contigo, no te daba tabaco, te daba la taberna.
    
    -Con que me des el coño me llega.
    
    -Cómemelo. ¿A qué esperas?
    
    Yo lo que quería en ese momento era follar, pero él que algo quiere, algo le cuesta.
    
    -¿Y si vamos para tu cama?
    
    -Vamos, pero ir desnudos.
    
    Nos desnudamos mientras ella iba para cama. La miré. Por detrás también estaba buena. El blanco de su piel la hacía aún más deseable de lo que ya era... Tenía anchas la espalda y las caderas y un culo enorme.
    
    La casa donde vivían Matilde y su hijo Pablo era de alquiler, de una sola planta y muy pequeñita. Estaba hecha de piedras y de barro. Tenía tres huecos, uno era el de la cocina, en la que había una cocina de piedra (lareira) que tenía dos tres pies encima. A un lado de la cocina había un horno de piedra y al otro lado un fregadero. Dos sartenes colgaban de la pared de derecha. Arrimada a la otra ...
    ... pared tenía un armario con fuentes y platos astillados, de esos que se compraban a mitad de precio. Debajo de la cocina guardaban la tartera y el pote En mitad de la cocina tenía una mesa vieja para seis en la que había cuatro sillas viejas, y en la pared del fondo una artesa donde guardaban el pan. Luego tenía la habitación donde dormía Pablo, que no sé cómo era, y la de su madre que tenía un armario con dos espejos en las puertas, una mesita de noche y una cama, viejas, echas de roble y con el jergón y la almohada rellenos de hojas del interior de espigas de maíz. Matilda había retirado la sábana y la colcha y las echara al lado de la pared, que por cierto, cómo todas, estaba sin revestir.
    
    Matilda estaba echada boca abajo. Al sentirnos llegar, nos dijo:
    
    -Llegáis demasiado tarde, ya se me fueron las ganas.
    
    Pablo, me dijo:
    
    -Vámonos, no debemos molestar.
    
    Lo miré, y casi le meto un bocado.
    
    -Eres muuuu tonto, Pablo, muuuuu tonto.
    
    Matilda, corraboró lo que le acababa de decir.
    
    -Sí, hijo, en estas cosas eres muuuu tonto.
    
    Subí a la cama y me arrodille detrás de ella, acaricié sus nalgas, se las junté y se las separé, para acto seguido lamer desde su periné a su ojete y de ahí subí lamiendo por la columna hasta la nuca. Le besé el cuello, giró la cabeza, la levantó y la besé en la boca. Bajé besando y lamiendo por dónde había subido. De vuelta al culo, volví a Lamer del periné al ojete. Lo levantó para que se lo comiese con comodidad. Abrió las piernas. El ...
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