1. Rosa, mi profesora


    Fecha: 05/12/2022, Categorías: Anal Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Rosa, mi profesora de inglés era una mujer de unos 45 años pero que aparentaba mucho menos. No sólo porque físicamente era bastante atractiva, sino porque tenía un espíritu joven y alegre. Tenía un nivel de conexión con sus alumnos muy especial, como si ella se siguiera sintiendo adolescente. Tenía un morbazo increíble.
    
    Estábamos en el final del curso, y dio la mala suerte me puse enfermo durante los días de exámenes y entrega de trabajos. Por suerte Rosa comprendió mi situación y me dio un par de días más para entregar el último trabajo y hacer el examen otro día. Era viernes a última hora y todos, alumnos y profesores salían apresurados para comenzar el fin de semana. Yo todavía no había entregado el trabajo porque ese día no había tenido clase de inglés, así que fui al despacho de mi profesora para entregárselo. Llamé a la puerta y abrí despacio por si estaba ocupada.
    
    - Hola ¿se puede? – dije.
    
    - ¡Hola Isma! Pasa. – Siempre me llamaba así. Me encantaba, me hacía sentir más cercano a ells, y los alumnos también la llamábamos por su nombre. Estaba de espaldas, ordenando fichas en el archivo.
    
    - ¿Qué tal? ¿Cómo te encuentras? ¿Ya estás mejor?
    
    - Sí, la verdad es que lo he pasado un poco mal, pero ya estoy bien.
    
    - Me alegro, me tenías preocupada… - Se giró para decirme eso mientras me sonreía.
    
    Ese día estaba especialmente atractiva. Llevaba una camiseta ceñida blanca y una falda corta de vuelo. Su culo era impresionante, redondito y respingón. Tenía el pelo ...
    ... recogido con una pinza y se había pintado los labios de rojo intenso. No sé si fue porque aún seguía enfermo o por qué, pero dejé mi trabajo sobre la mesa y me acerqué a ella por detrás. La abracé por la cintura y le di un beso en el cuello. Sentí como se quedó parada un momento, entonces la volví a besar mientras la estrechaba un poquito más con mis brazos. Soltó un pequeño suspiro y dijo:
    
    -¿Qué haces?... – Pero lo dijo con un tono muy suave, de tal manera que insinuaba de una manera muy sutil que no le desagradaba. Volví a besar su cuello, ahora un poquito más abajo. Mis brazos rodeaban su cuerpo mientras olía su perfume de vainilla. Ella no hacía nada por pararme, sólo se estremecía y suspiraba. La besé otras tres veces, y entre beso y beso acariciaba su cuello con los labios. Subió su mano para acariciarme la cara, y aun así dijo:
    
    -Isma. Para…
    
    Pero no paré. Todo lo contrario. Pasé de los besos a los mordisquitos. Y Rosa empezó a gemir ligeramente. Su mano no paraba de acariciarme la cara y el pelo.
    
    - Para por favor…
    
    Yo sabía que esas palabras no querían decir eso, porque sus gemidos expresaban otra cosa. La abracé un poquito más fuerte. Ella giró un poco la cabeza para que la pudiese besar mejor.
    
    - Esto no está bien… – dijo con los ojos cerrados. Estaba muy excitada. Y yo también. Mi pene estaba muy duro y ella lo notaba en su culo, lo sé. Yo también gemía entre beso y mordisco. Me estaba deleitando con ese cuello tan bonito y suave.
    
    - Isma, me estás ...
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