De cómo isabel vino a mi vida
Fecha: 12/12/2022,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... Pablo, su marido, el padre de sus dos hijos, chico y chica…Y porque Dios no había querido obsequiarles con más descendencia, que ellos, su marido y ella, bien que ponían su granito de arena al respecto, pero que si quieres arroz… O lo que para ella era, que no estaba de Dios, que con la inicial parejita el Altísimo parecía decir que iban que chutaban, los dos, su marido y ella. Y aún habría que dar gracias al Cielo por ello, ya que las cosas, en esta nuestra querida y sufrida España, la verdad es que no van nada bien, sino que hoy peor que ayer pero mejor que mañana… Y que fue madre por primera vez, con veintitrés años todavía sin cumplir, pues los cumplió mes y nada antes de conocerla, cuando se reincorporó al “currele” tras la baja por maternidad
Fue cuando ya llevábamos siete u ocho años de estrecha amistad, diez/once de conocernos, cuando pasó lo que, antes o después, tenía que pasar. Fue un día cualquiera de una primavera mucho antes cálida que templada, con temperaturas en torno a los 25º y más bien diría que durante una de tantas visitas que le hacía por mi dichosa bronquitis tabaquística, pues recuerdo, perfectamente que el detonante de todo fue al inclinarse ella sobre el escritorio para extenderme una receta, cosa que, en mis bisemanales visitas por la diabetes, bien podía decirse que nunca pasaba. La cosa fue el llevar Isabel desabrochados dos botones más de lo en ella acostumbrado, ostentando entonces sus senos un “canalillo” tremendamente tentador, que a mí, ...
... inadvertido, desde luego que no se me pasó. Fue como el descubrimiento de la mujer que Isabel era. Pero vayamos por partes; que mi doctora era una mujer, desde el primerísimo momento de verla, desde luego que ningún arcano era; pero era mi doctor, mi gran, queridísima amiga, luego también un ser, una mujer, asexuada
Pero desde que vi ese canalillo que a mí se me hizo divino, las cosas cambiaron y de qué manera, pues desde tal momento ella, Isabel, dejó de ser el ente asexuado que antes yo veía para pasar a ser una mujer que, para más INRI, cada vez, cada día que acudía a su consuta, me resultaba más y más atrayente, más y más atractiva, más y más deseable… Sí, hasta deseable la empecé a ver… Y eso que, en sí, Isabel, francamente, no lo era; una chica de mona, de facciones más agradables que menos, cuerpo muy, pero que muy normalito; con todo lo que debía tener y donde debía tenerlo, a las medidas, digamos, justas, pero de tal manera llevadas, puede que por un exceso de puritanismo, pudor, en ella, que no llegaban ni a notarse. Vamos, una de tantas, tantísimas, mujeres que a diario nos las cruzamos por la calle y ni nos fijamos en ellas… Pero a mí me traía ya más que frito, sin poder apartar mis ojos de ella desde que accedía a la sala de consulta hasta que, por fin, la abandonaba.
Los meses iban pasando hasta llegar un momento en que ya no me cupo duda alguna: Amaba a esa mujer, la quería. La “quería más que a mis ojos, la quería más que a mi vida, más que al aire que ...