Silvia
Fecha: 12/12/2022,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... entregué a mi hija, ella se lo puso sobre la cara inmediatamente y respiro profundamente. Me miraba a los ojos mientras lo hacía y cuando me di cuenta su boca venia hacia la mía para besarme. Fue el beso más excitante de mi vida, no sentía nada parecido desde que era una adolescente, pero aquello era otra cosa, estuvimos un rato besándonos en los labios y metiendo un poco de lengua, pero yo perdí el control y empecé a tirar de su lengua hasta metérmela toda en mi boca, estoy seguro que hasta le hice daño. No sé de dónde salía tanta saliva tan dulce y tan gelatinosa. No sé cuánto tiempo estuvimos así, en el umbral de la puerta del baño de mi habitación. Al final fue Silvia la que comenzó a hablar, como podía, mientras no dejábamos de morrearnos.
-S. Mami, está decidido. Quiero follar contigo. Creo que me va a encantar... Quiero que cenemos, como si fuese una cita y después follar hasta el lunes sin parar. Solo te pido que si al final no soy capaz no te enfades por favor.
-M. Silvia, no te preocupes, te quiero demasiado para hacerte esto. Me encanta besarte, no tenemos por qué pasar de aquí, si luego te apetece, nos masturbamos en cama como ayer, y sino ya está, yo me doy por satisfecha con lo bien que ya nos lo hemos pasado.
-S. Bueno, ya veremos, pero me apetece cada vez más que follemos mama. No me importa si a partir de ahora dejamos de vernos como madre e hija. Ya te he disfrutado como madre muchos años, ahora me gustaría disfrutarte como mujer.
Conseguimos ...
... dejar de besarnos y Silvia se fue con mi tanga, me puse la ropa que había elegido para mí. Ni siquiera me acuerdo muy bien de lo que me puse, estaba en shock. Me decía que tenía que parar aquello, pero al mismo tiempo me vestía rápidamente porque el separarme cinco minutos de ella ya me parecía demasiado. Lo que si recuerdo es que mi hija había encontrado en uno de mis cajones un ligero blanco de nylon y unas medias del mismo color. Me había dejado un sujetador también blanco, muy bonito, pero no bragas o tanga. La falda no tenía nada de especial, no era especialmente corta y tampoco recuerdo nada en particular de la blusa que me puse, solo era ligeramente transparente. Salvo el liguero era la ropa que una señora de mi edad o incluso algo mayor se hubiese puesto para salir cualquier día de casa. Decidí recogerme el pelo y atármelo en una especie de moño en mi nuca, si cambiaba de opinión me lo podía soltar muy fácilmente.
Me encontré a Silvia en el salón mirando por la ventana. Estaba tan tranquila que me intimidaba. Veinticuatro horas antes parecía una mosquita muerta y de repente parecía otra. Yo hice lo que pude para relajarme y calmar los nervios, pero el corazón me golpeaba el pecho.
-S. Caray mama, a mi es que esta casa me pone cachonda.
-M. ¿Porque lo dices?
-S. No sé, esta soledad, la nieve, el lujo. Las sabanas de tu cama, por ejemplo, ¿no te ponen cachonda? ¿Son de seda?
-M. Creo que sí. ¿Preparamos la cena?
-S. Si por favor, tu boca me ha encantado, ...