1. Piratas y la hija del hacendado


    Fecha: 21/12/2022, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Fatiga2021, Fuente: CuentoRelatos

    El año, 1646, lugar, el océano Atlántico. Muchos meses habían pasado ya desde que obtuvieron su último botín. Los hombres estaban inconformes y deseosos de obtener algún tesoro que les permitiera llevar la vida de lujos que deseaban. Se dirigían a Santo Domingo o más bien a la ruta comercial que usaban los navíos mercantes para ir y venir de allí a España.
    
    Pero estaban en una calma chicha, si hay algo igual o peor que una tormenta para una nave a vela, es la falta total de viento. Las raciones de agua, alimento y sobre todo ron ya escaseaban.
    
    El hombre de aspecto regordete, llamo a la puerta del camarote.
    
    —Entre señor Sheefield —respondió una voz áspera y gruesa desde el interior.
    
    —Capitán, los hombres están cada vez más inquietos y para colmo se termina el ron
    
    —Y que quiere usted que haga señor Sheefield? Que sople e infle las velas con la fuerza de mis pulmones? No queda más que esperar! y dile a la tripulación que aquel que ose tener palabras contra de mi autoridad, será presa de los tiburones.
    
    Sheefield salió del camarote y se dirigió al puente donde estaba ubicado el timón, con voz alta y clara transmitió lo que había dicho el capitán.
    
    —Sí todos o la mayoría nos revelamos, nadie ira con los tiburones —dijo uno desde la multitud.
    
    —Muéstrate y habla al frente! —se escuchó como un trueno la voz del capitán Morgan.
    
    Nadie se movió, todos sostuvieron el aliento, era demasiado el temor que aquel hombre les inspiraba. Morgan que había aparecido a las ...
    ... escaleras que bajaban a su camarote, comenzó a caminar lento y tranquilo, recto en una dirección, como si supiera a quien buscar. Todos se apartaron de su camino, hasta que uno de ellos lo hizo pero Morgan lo encaro y dijo:
    
    —¿Tiene algo que decir, señor Lambrish?
    
    El hombre trató de sacar su sable de hoja ancha, pero fue sujetado por sus compañeros, impidiéndoselo.
    
    —A los tiburones! —Ordenó Morgan.
    
    Fue llevado a rastras para arrojarlo por la borda, como presintiendo su próxima comida, los tiburones nadaban cerca del navío en aquellas aguas tranquilas.
    
    El hombre, presa del miedo logró arrojar a uno de los que lo sujetaban por la borda, varios tiburones se abalanzaron sobre él y lo devoraron mientras pedía socorro a sus compañeros, que seguían luchando para arrojar a Lambrish, pero ahora tenían miedo de acercarse demasiado a la orilla no querían correr la misma suerte que su compañero.
    
    En ese momento sintieron una brisa en sus rostros, se quedaron todos a la espera y otra ráfaga más fuerte se sintió, el viento había vuelto. La desdicha de su compañero les había traído lo que esperaban, ya no era necesario arrojar a Lambrish.
    
    —Señor Sheefield! Izad las velas! Poned rumbo a Santo Domingo!
    
    —Si capitán! Ya escucharon mequetrefes! Rumbo a Santo Domingo!
    
    El barco mercante zarpó de Santo Domingo en una mañana tranquila, era una goleta que transportaba café en su bodega, ningún tesoro importante.
    
    La tripulación formada por su capitán, dos oficiales y diez ...
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