Mi primer trabajo
Fecha: 20/06/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: rosy, Fuente: CuentoRelatos
Esta historia sucedió cuando contaba yo con 18 años de edad y mis padres deciden ponerme a trabajar, ya que decían que el estudio no era lo mío, en casa de un matrimonio de gente mayor, pero que se encontraban viviendo en las afueras del pueblo en el que crecí
Ella, doña Catalina, de 63 años y él, don Raúl, de 60 años, ambos provenientes de familias adineradas, que vivían de lo que sus hijos les enviaban del extranjero y de las rentas que provenían de las muchas casas y negocios que tenían alquilados por aquí y por allá.
Yo llegué a esa casa con la única función de servir de compañía a la señora, acompañarla a todas partes y quedarme a su lado hasta que fuéramos a descansar, para esto, me habían alojado en un cuarto contiguo al de los señores y debía mantener la puerta que nos separaba siempre abierta ante cualquier contratiempo o percance que pudiera suceder.
Todo iba bien, hasta que un día la señora, cayó enferma y a partir de esa fecha, pasaría a ser su enfermera particular, trabajo que ya no era totalmente de mi agrado, porque tenía que cuidarla a todas horas, prepararle sus alimentos, dándole a tiempo sus medicamentos, y entre ellos unas pastillas que contenían unas substancias que permitían que ella pudiera conciliar el sueño de manera total, tanto así que, aunque se hiciera una fiesta en su propio dormitorio ella no podría sentir ruido alguno.
Fue en eso que una noche calurosa de verano, me encontraba ya en cama, descansando del agitado día que tuve, ...
... teniendo sólo puesta una diminuta braguita negra, y con una pierna puesta sobre la única sábana que me cubría, cuando de pronto, siento entre sueños que algo húmedo y puntiagudo roza mi pierna y muy lentamente va subiendo hasta mis muslos y cuando menos lo espero, levantan la sábana y ya despierta, enciendo rápidamente la luz y sobresaltada veo al dueño de la casa, a Don Raúl, parado a mi lado con una de sus manos sosteniendo su polla y llevando su mano de adelante hacia atrás de manera constante pero no tan rápida y la otra con la sábana que me había arrebatado.
Yo no sabía qué hacer, si pararme e ir hacia donde estaba la señora, lo cual pensé seria en vano porque ella se encontraba toda dopada con la cantidad de pastillas que le había dado, y además la puerta se encontraba cerrada y no como yo siempre la había dejado abierta, o ver lo que ese viejito quería conmigo, así que opté por segunda alternativa, quería saber hasta dónde podía llegar.
Ahora bien, ese "viejito" a pesar de sus 60 años, era un hombre de contextura mediana, no muy alto y con una polla nada despreciable, de unos 19 cms de largo, algo gruesa, y aunque un poco arrugada provocaba en mi llevarla a mi boca y darle unas buenas mamadas para ponerla aún más dura de la que ya parecía encontrarse.
Yo por mi parte, no dejaba de ver como aquel hombre se masturbaba frente a mí, creo que el solo hecho de hacerlo delante de mí, provocaba en él excitación, pero no decía nada, sólo me miraba y miraba mis senos, que ...