1. La esclava del sexo 1 (contado por ella)


    Fecha: 23/06/2018, Categorías: Confesiones Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Todo lo que recuerdo de mi infancia, es el temor a los hombres que me inculcó mi madre. Ella me decía: “Cuídate, cuídate de los hombres, lo único que buscarán de ti es tu cuerpo. Y así lo hice, yo les huía desde niña, pero lo que más me asustó fue descubrir que me gustaban; pero no cualquiera de ellos, sino los que tenían cara de pícaros y sinvergüenzas. Es que ellos conocían ya quien era yo, y en cualquier rincón y esquina me detenían y me arrimaban a la pared, besándome y llenándome de caricias, mientras me decían cosas obscenas. Yo, con el corazón latiendo fuertemente, me escapaba de ellos, llena de susto. Pero sentía por ellos algo extraño dentro de mí.
    
    Pero eso no era lo malo, lo malo es que desde muy joven he tenido un cuerpo deseado por los hombres: Soy muy piernona, tetona, y bonita; y siempre me he sentido muy sexy, y de nada me pongo excitada. En mi barrio los chicos me llamaban “la guitarra”, por mis curvas.
    
    De todos mis miedos, el mayor de todos era dejarme llevar de mis pensamientos sobre el sexo. A pesar de que me cuidaban, el sexo me atraía, y me imaginaba cosas: Me imaginaba a veces que me asaltaban y me llevaban lejos, a una casa donde me violaban por una semana, en otras me veía vestida con poca ropa paseando por los muelles, donde están los estibadores, provocándolos a tener sexo conmigo: Luego, llena de pánico me arrepentía, y suspirando con fuerza, trataba de alejarme de esas ideas.
    
    Lo cierto es que por esos miedos, a pesar de tener 17 años no ...
    ... iba a los bailes, no tenía amigos, y procuraba estar lejos de cualquier hombre.
    
    Hasta que un día, mi papá me apoyó y me prestó una plata. Fui donde el mayorista y adquirí un lote de ropa, iniciando mi propio negocio de venta puerta a puerta.
    
    Yo solo vendía ropa de señoras, y me iba muy bien con ellas, hasta el día que toqué esa puerta.
    
    La persona que me recibió era la viva imagen de los hombres que yo temía. Su sonrisa era vivaz y burlona, tenía una pequeña cicatriz en la mejilla. Mirándome de pies a cabeza me dijo: “¡¡Vaya, que tenemos aquí, una rica angelita!! ¿vino a provocar a los pecadores?”
    
    Yo, muy agitada repuse: “No es broma ¿está su esposa?
    
    No está; me dijo poniéndose serio, pero estoy yo ¿en qué puedo servirle?
    
    “Vendo ropa de mujer, pero si su esposa no está, me voy nomás”
    
    “No, ¿por qué? Yo soy el que paga su ropa, pase, quiero ver lo que usted quiere venderme”, me dijo insinuándose con picardía y segunda intención.
    
    Yo, que percibí bien lo que quiso decirme, en vez de mostrarme seria ¡¡me sonreí!! Así soy yo de loca y tonta.
    
    El, cogiendo confianza, me empujó suavemente por mi espalda, y con un ademán de su brazo me hiso entrar. Yo, embobada, y mirando todos lados de esa sala, me senté llena de temor, y un calor ardiente que me iba creciendo por dentro. Él era un patán atractivo, fatalmente atractivo.
    
    “Quiero ver lo que trae, seguro le compraré algo”
    
    Dicho esto último por parte de él, cogí algo de confianza y le fui mostrando algunas ...
«1234»