Espectro sexual
Fecha: 15/05/2023,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... facilitar el deslizamiento. Una vez fuera, quedó solo con sus braguitas blancas.
—Joder, que bonitas —expresó Guillermo con mucha excitación al ver sus desnudas piernas.
Sus manos se deslizaron por su suave piel. Ascendieron del tobillo hasta las caderas, recorriéndolas con detenimiento. Parecía haber quedado hipnotizado por ellas. Los violentos impactos en la puerta lo sacaron de su ensimismamiento.
Sin tiempo que perder, agarró sus braguitas blancas y tiró de ellas, quitándoselas con rapidez. Almudena se quedó con las piernas cerradas, un poco avergonzada al verse sin nada de ropa. Guillermo fijó sus ojos en la mata de pelo marrón claro que había en su zona púbica.
—Tranquila, no voy a hacerte nada malo —la tranquilizó el parapsicólogo.
—Es que nunca he estado con un hombre —habló muy nerviosa la chica.
Un sonido de algo quebrándose fue clara señal de que a la puerta no le quedaba demasiado tiempo para resistir. Guillermo se recostó sobre ella y le dio un tierno beso.
—No te haré ningún daño, ¿vale?
La forma tan sincera en la que la miraba pareció convencerla, así que, con ciertas reticencias, se abrió de piernas. Gracias a eso, el hombre pudo introducir su mano y enseguida, notó como le acariciaba su sexo.
—Um, tienes el coño bien cerradito —dijo fascinado mientras sus dedos se internaban entre sus húmedos labios vaginales—. Nunca he estado con una virgen, pero procuraré tener el mayor cuidado posible.
Volvieron a besarse y, mientras con ...
... la mano izquierda apretaba sus pechos, con la derecha se dedicaba a masturbarla.
Almudena gemía encantada. Notaba como esos dedos extendían sus cerrados labios y se introducían entre los pliegues mojados. No tardó mucho en sentir el índice y el corazón rozando con suavidad su clítoris, cosa que la puso muy tensa.
—¡Agh, ahí no! —gritó un poco retraída, no tanto porque le molestase, sino porque le estaba proporcionando mucho placer.
—Tu solo déjate llevar —le susurró él al oído.
Eso hizo. En muy poco tiempo, Almudena gemía y gozaba de una forma como nunca antes imaginó. Ese hombre sabía cómo hacerla disfrutar, lo cual demostraba su empeño por buscar alguien mayor con quien hacerlo. Al menos, parecía estar teniendo suerte.
La puerta ya no pudo aguantar más. Como si los ensordecedores gritos de Almudena se la estuvieran cargando, al final, acabó cayendo en varios trozos. La cómoda, que había servido como improvisado obstáculo, precipitó contra el suelo con una fuerza inusual.
La chica se alteró ante esto, pero no tardó en ver su atención atraída hacia el frente. Guillermo se había bajado el pantalón y, ahora, le mostraba su enorme y duro miembro. Largo y bien estirado, sus ojos lo recorrieron desde la amoratada punta hasta los dos huevos que colgaban justo debajo. Un escalofrío recorrió su ser al pensar que todo eso podría acabar bien encajado en su interior en solo un momento.
—Ahora, quiero que te centres por completo en mí y te olvides de todo lo demás, ...