1. Quisiera que fueras mia


    Fecha: 15/06/2023, Categorías: Lesbianas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Era la quinta vez en tres años, que mi padre me enviaba a casa de mi tia Julianne para que ella me consiguiera marido. Tenía sólo 21 años, y para él ya me estaba quedando “a vestir santos”, como solía decir. Él no entendía que a las mujeres modernas nos gusta leer y aprender del mundo; ser instruidas por profesores, e incluso, ¿Por qué no? estudiar una profesión. Pero para mi padre, eso solo lo hacían las mujeres vulgares y feas que no eran capaces de encontrar marido. Y él, como un banquero rico de la ciudad de Virginia, no podía permitir que dijeran algo así de su preciosa niña.
    
    Sin embargo, por más que invertía en listones, vestidos finos y telas importadas; no lograba conseguirme un buen hombre. No era que no tuviera pretendientes, los tenía, y muchos; solo que mi personalidad los ahuyentaba a la primera charla. Y si algún valiente lo intentaba por segunda ocasión, no llegaba a la tercera.
    
    Hijos de banqueros, estudiantes de medicina, uno que otro solterón empedernido con suficiente edad para ser mi padre, y “pobretones” por doquier, eran los que intentaban ponerme un anillo en el dedo; pero todos ellos no me daban lo que yo buscaba: emoción, aventura, pasión; todo lo que yo leía en mis adoradas novelas.
    
    Yo queira un valiente hombre que me tomara por la cintura y me robara un beso, y con él, el corazón; un hombre bravo, capaz de domar fieras y defender mi honra. No muchachos delicados y de “familia”, con manos más suaves que las mías, e incapaces de no ir ...
    ... llorando con sus madres si se cortaban con un papel.
    
    Todo eso pensaba mientras la diligencia trastabillaba y la anciana señora Thomas, mi chaperona, caía dormida en el hombro del anciano adinerado que viajaba con nosotras.
    
    Moría de calor. Deseaba estar sentada en el fresco estudio de mi padre, tomando una limonada y leyendo un libro; en cambio, estaba en una diligencia diminuta, con la anciana mas aburrida del mundo, en medio del maldito desierto, con posibles apaches acechandonos… y lo peor de todo, sin libros; castigo de mi padre por rechazar al hijo del alcalde.
    
    San Francisco. ¿Qué podrían tener los jóvenes de San Francisco que los hiciera diferentes a los de Virginia?
    
    Esa pregunta intentaba contestarme cuando un disparo sonó alarmantemente cerca. La diligencia se sacudió fuertemente y segundos más tarde se detuvo. Lo que hizo que la Sra. Thomas y el desconocido se pusieran alerta. Todos agudizamos el oído, pero nadie se atrevió a bajar, escuchábamos cascos de caballos galopar hacia nosotros. Mientras más cerca estaban, un miedo sin precedentes corría por mi cuerpo. Sabía lo que estaba pasando. Esos eran bandidos y nosotros su blanco.
    
    Hubo un par de balazos más, luego gritos y risas de esos hombres… silencio… y entonces, pude ver a un hombre sudoroso y sucio -con una barba que daba asco y un sombrero negro y raído- abrir la diligencia. Lo único que se me ocurrió hacer, fue darle una patada en el pecho y volver a cerrar la puerta. Pero en vez de enfurecerse, el ...
«1234»