1. Las elecciones


    Fecha: 03/07/2023, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... este es Ramón, un buen cliente"; "Hola, Ruth", soltó el tipo alargando su mano, que yo sacudí; "Hola, Ramón", dije; "Veo que no pierdes el tiempo, ¡eh, Eusebio!", dijo el tal Ramón; "No es lo que parece"; "Claro, claro, bueno, ¿habéis ido a votar?", preguntó; "Sí es lo que parece", dije yo, "y él sí ha votado, en mi urna"; "Vaya, vaya"; "Ruth, por favor"; "Eusebio".
    
    Eusebio se levantó y llevó a su cliente del brazo hacia la calle. Allí los vi gesticular a los dos, dándose explicaciones al parecer; a los pocos minutos, Eusebio volvió, solo.
    
    "¿Qué pasa?"; "Nada, Ruth, pero le he tenido que decir que eras mi señorita de compañía, una puta vamos, para que no pensase en que soy infiel a mi esposa ni nada por el estilo, ya sabes que ella es la capitalista, le he tenido que dar tu teléfono, le has gustado en cantidad"; "Vale, Eusebio, has hecho bien".
    
    Volví a mi casa. Llamé a Carlos. Estaba alegre y me contó anécdotas de la jornada de votaciones en su colegio. "Cariño, luego nos vemos, tengo ganas de comerte el coño", me dijo en voz baja, "espérame despierta, y no te duches, ya sabes que me gusta tu olor a hembra". Este Carlos...
    
    Comí algo ligero y me acosté en la cama. Aún olía a Eusebio; cambié las sábanas: me volví a acostar. Cerré los ojos. Me acordé de la polla de Eusebio, tan recta y dura; la de Carlos es más combada, como en forma de plátano... El glande de Eusebio es rojizo; el de Carlos está más amoratado, y tiene un lunar. Me desnudé. Me empecé a tocar: las ...
    ... tetas, después el coño. Tenía ganas de masturbarme. Oh, las pollas... Pero para polla aquella que me comí en La Habana, con toda su leche. Eso fue una mañana:
    
    Estábamos de vacaciones. Carlos quería visitar museos, pero a mi no me apetecía: prefería quedarme en el hotel, acostada, prefería descansar. Así que me quedé sola. A mediodía, alguien abrió la puerta de la habitación. Me sobresalté y me incorporé. En el umbral de la puerta vi a un joven mulato vestido de librea. "¿Qué quieres?", pregunté; "Señora, servicio de habitaciones, vengo a retirar las bandejas del desayuno"; "Entra", ordené. A causa de la precipitación del momento, y de su imprevisión, yo me hallaba en bragas y sin sujetador, y el mulato, que no pudo evitar mirarme, se empalmó. Yo me di cuenta: el tamaño de su paquete aumentaba por segundos, más, y más y más. "Ven", pedí al mulato. Él se acercó a la cama. Yo, de rodillas sobre el colchón, le puse mis brazos en sus hombros, y le besé. Su polla era descomunal, amenazaba con romper la abotonadura de su portañuela. "Ven", le dije. Le quité el cinturón, le bajé los pantalones. "Ven", repetí; "Señora, es usted tan blanca, tan rubia que..."; "Ven", imploré. Hice que se tumbara en la cama, y me metí su enorme y negra polla en mi boca. Mmmm. Casi no me cabía. Mmmm. Abajo. Arriba. Ayudándome con las manos para que no se me fuera. Mmmm. Qué gusto. Chupar esa polla. Mmmm. Y me voy masturbando. Y mis recuerdos acuden a mi cabeza con brillos renovados. Y la ola de calor ...