1. Mi primera aventura


    Fecha: 28/07/2023, Categorías: Infidelidad Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... junto con el mechero y le avisé que era el último de la cajetilla. Alfonso lo encendió y empezó a fumar despreocupadamente.
    
    Aproveché su silencio para contarle en voz baja lo que me había pasado con el chico de enfrente, incluso lo de que me había guiñado un ojo. Lo hice con intención de evitar que mi marido se extrañase si aquel chico volvía a mirarme. Además, yo sabía que ese tipo de situaciones le divierten y hasta le excitan un poco. De hecho, Alfonso continuó fumando sin hacer comentario alguno.
    
    Ocurre que, en nuestros ratos de intimidad, a veces fantaseamos con la infidelidad. Es un tema que nos excita, sobre todo a él. Le gusta imaginarse que es otro hombre, casi siempre uno de mis compañeros de trabajo de quien le he hablado en alguna ocasión. He de reconocer que a mí también me pone muchísimo que finja ser mi compañero, ya que es con diferencia el hombre más arrebatador que conozco.
    
    Volviendo a lo que estaba contando, mi marido y yo permanecimos un rato en silencio. Después, al terminarse su cigarro, Alfonso anunció que iría al chiringuito a comprar más tabaco y que, de paso, aprovecharía para tomarse un café. Me preguntó si le acompañaba, pero a mí no me apetecía. Mi marido se puso las bermudas, cogió las chanclas y entonces se acercó a mí y, al oído, me sugirió que jugase un poco con el chico de enfrente para ver hasta dónde se atrevía a llegar.
    
    Yo le miré como con incredulidad, no me esperaba una propuesta tan disparatada. Por supuesto le contesté que ...
    ... no me atrevería a hacer algo así, y menos estando sola.
    
    Alfonso se alejó caminando por la orilla camino del chiringuito que quedaría a cincuenta metros o más de donde estábamos. Yo me quedé tumbada, pero mi imaginación echó a volar. Sin darme cuenta fantaseé con la posibilidad de que aquel chico se acercara a pedirme algo y se sentara a mi lado. Ese fue el comienzo de una lasciva elucubración que, naturalmente, acabó por provocarme un súbito sofoco. Horrorizada al percibir ese distintivo cosquilleo entre las piernas, opté por levantarme de inmediato e ir a darme un baño para despejarme.
    
    No estoy segura de si fue buena idea, ya que tanto a la ida como a la vuelta no tuve más remedio que pasar junto a aquel chico. Por suerte, éste estaba boca abajo, así que pude echar tranquilamente un par de vistazos a su cuerpo desnudo. Además de en su bronceado trasero me fijé también en su ancha y fuerte espalda y en esos brazos musculosos que tanto habían llamado mi atención.
    
    Intenté infundirme coraje, necesitaba demostrarme a mí misma que era capaz de jugar con aquel tigre y mantenerlo a raya. Con esa idea tracé un plan que lo atrajera hasta mi trampa y poder capturarlo.
    
    Esa vez me tumbé en la toalla boca arriba, apoyada en los codos y de cara a la orilla. Después de tres o cuatro minutos, el chico levantó la vista, clavó en mí su intensa mirada y me regaló una nueva sonrisa. Me había pillado con las piernas ligeramente abiertas y no precisamente por casualidad. Su vista pasó ...
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