Un príncipe azul
Fecha: 30/07/2023,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos
... Fátima seguía de pie. Marcos la miró. Llevaba esa noche Fátima puesta una camisa ancha que disimulaba bien la curvatura de sus tetas; sin embargo, el hueco de un botón mal abrochado delataba la carne aprisionada bajo la tela fina del sostén. "Óyeme, Fátima, llevas trabajando para mí, no sé, ¿cinco años?, bueno, nunca te he visto con un hombre, es decir, nunca he visto a un hombre que te esperase a la salida del trabajo ni nada de eso, a tus compañeros los esperan sus mujeres, novias, ligues, ¡las que sean!, pero a ti..., nadie", terminó Marcos; "No tengo tiempo para hombres, Marcos, además, todos quieren lo mismo, prefiero reservarme para quien me merezca, ya llegará el momento, el día en que un hombre como tiene que ser llame a mi puerta, ya llegará", explicó Fátima. Entonces, Marcos la miró con fijeza, cambiando su semblante, entornando sus párpados, dicen que así los gatos se confían, y esbozando una sonrisa seductora; luego, alargó un brazo y acarició una mano de Fátima, al final de su brazo, que colgaba lánguido junto a su cuerpo. Fátima se estremeció; de pronto, una idea acudió a su mente: ¿y si era Marcos, su jefe, ese príncipe azul que le estaba destinado, y sí?... El corazón de Fátima se abría como una rosa en mayo. Y si... Bien podría Marcos dejar a su mujer si ella hacía algo para que sucediese. Y se imaginó junto a Marcos: ella y él, viviendo en un chalet de ensueño; ella, ciudadándolo, haciéndole de comer, lavándole la ropa, planchándosela..., dándole hijos, ...
... ¡ah, los hijos!, Marcos no tenía, ella se los daría, dejándose preñar, dócil, en la alcoba conyugal. Y Fátima se imaginaba..., ¡nada!, ¡no podía imaginar nada!, puesto que para ella la idea de concebir hijos era todo un misterio. ¿Y si Marcos?..., Marcos...
"Marcos, yo te quiero", susurró Fátima; "Y yo a ti", mintió Marcos.
Entonces, Marcos se levantó de la silla. Acarició con la palma de su mano el feo rostro de Fátima. Se giró sobre sus talones para echar un vistazo a la sala, a esa hora escasamente iluminada, del restaurante; dio un par de pasos y tiró de los manteles de las mesas más próximas, de cuatro, los cuales, de manera descuidada, ya que le pudo la prisa, colgó de su fuerte antebrazo. Después, pidió: "Fátima, por favor, vamos al almacén". Ambos doblaron la esquina del pasillo y entraron en la estancia. Fátima, ya dentro, exigió: "Marcos, no enciendas la luz, y no cierres la puerta". Marcos obedeció.
La suave luz de la sala penetraba en el almacén, una luz lejana que dejaba ver sólo a pocos centímetros de los ojos de cada uno. Marcos, tanteando con las manos, adivinando bultos y obstáculos, extendió los cuatro manteles en el suelo, entre cajas de refrescos, cajas de tetrabricks de leche y de latas de atún y tomate, superponiendo algunos sobre otros de tal manera que, aunque no tuviese la blandura de un colchón, no tuviesen que sentir la dureza del suelo en sus huesos. "Fátima, nos desnudamos", propuso Marcos.
En la semioscuridad, mientras Marcos, en pie, se ...