La Maye
Fecha: 06/08/2023,
Categorías:
Anal
Autor: rafacal, Fuente: CuentoRelatos
Un sábado conocí a Mayela en un night club en Los Ángeles. Esa noche de 1985 se presentaba en el Club Candilejas, Eddie Santiago, quien estaba en la cúspide de su carrera y por consiguiente sus discos se vendían como pan caliente. Ninguna de mis amistades era amante de la salsa romántica, pero además, se atravesó el alto costo de la entrada, con la necesaria reservación. Nunca se interesaron, por lo tanto, asistí al esperado evento solo, como lo hacía en algunas ocasiones. Algunos pensarían que era raro encontrar un hombre asistiendo solo a algo así; yo lo hice, pues ese conocido ritmo caribeño siempre me ha fascinado y no me quería perder la presentación del hombre de moda.
Había pasado tal vez una hora desde mi llegada; todavía actuaban artistas preliminares a Eddie y la multitud se limitaba a escucharlos con poco interés y a consumir licor, como preámbulo a la presentación principal.
Mientras trataba de ordenar una Cuba, me tropecé con ella, quien, con desespero, también intentaba lo mismo en la barra de licores. A causa de la insistencia común, nos miramos con curiosidad y unos minutos después, conversábamos animadamente.
−Hola, ¿cómo te llamas?
−Yo me llamo María Elena, pero me llaman Mayela.
−Yo soy Rafael, sólo Rafa. −contesté.
−Estas sólo?
− Si −repliqué− Y tú?
−Vine con mi amiga Emilia −contestó− pero creo que ella acaba de ligar con un flaco medio feo y me ha dejado abandonada como una idiota.
−Bueno, yo estoy solo, si quieres compartamos ...
... la estadía, sin ningún compromiso −contesté.
Ella aceptó aparentemente, con agrado. Por la siguiente hora, conversamos, nos reímos y consumimos algunos tragos, a los que yo invité.
Mayela era costarricense, aparentaba unos treinta y ocho o cuarenta años, los que contrastaban con mis cincuenta; ella poseía un cuerpo bastante menudo, pero bien proporcionado; tenía baja estatura, con unos senos de buen tamaño y un atractivo rostro, adornado de una larga y negra cabellera; su comportamiento general, denotaba una posición social y económica tal vez favorable.
Después de transcurrida dicha hora, anunciaron la aparición de Eddie Santiago. Para ese entonces, había una gran aglomeración de gente justo frente al estrado principal, donde nos habíamos situado estratégicamente hacía una media hora, sosteniendo sendas Cubas dobles en nuestras manos. Nuestro trato en ese momento ya era alegre y no incluía timidez alguna… parecía que fuéramos amigos desde hace cien años.
El concierto duró cerca de dos horas, incluyendo un descanso, durante el cual me apresuré a ir al bar a obtener nuevas Cubas, mientras ella guardaba nuestros privilegiados lugares.
Las canciones de Eddie se sucedieron una tras otra, ante el entusiasmo, no sólo del gentío, sino del nuestro. La multitud era bastante densa, lo que había juntado nuestros cuerpos a una distancia, la que me hubiera sido muy difícil lograr en una situación normal, con una mujer a quien acabara de conocer. Estábamos literalmente con ...