La Maye
Fecha: 06/08/2023,
Categorías:
Anal
Autor: rafacal, Fuente: CuentoRelatos
... nuestros cuerpos pegados el uno al otro. Por su baja estatura, tenía mi brazo derecho sobre sus hombros y por mi naturaleza, pronto me olvidé del famoso Eddie y empecé a planear un ataque lento pero efectivo, hacía ella, ayudado enormemente por nuestro entorno. Así, le planté a Mayela un beso en la mejilla y medio minuto más tarde, otro más, a los que ella no se opuso, continuando con sus brincos y algarabía. Me entusiasmé, pues vislumbré una posibilidad sexual, para esa noche… o para un futuro.
Durante la canción “Lluvia”, le coloqué a Mayela mi mano derecha alrededor de la nuca, y la atraje con suavidad; para mi sorpresa, ella volteó su cara hacia mí y me miró a los ojos. Sin dudarlo, le estampé un beso en la boca. Ella me lo sostuvo por unos diez segundos y siguió con su entusiasmo en la música. En ese momento me di cuenta de que mi batalla, así lo creí, estaba parcialmente ganada, pero debía seguir con mis planes de depredador. Mi experiencia era grande y no dudaba que, si no lograba algo hoy, lo lograría en unos días. Me invadió el deseo de cogerme a esa pequeña y deliciosa Tica.
Durante el tiempo restante del concierto, gocé varias veces de sus besos y mi lengua horadó una boca desconocida, que respondió con deseo a mis embates llenos de lujuria. Un tiempo después, el gentío abandonaba el famoso Candilejas, la mayoría de ellos arriesgando tener un no deseado encuentro con la policía, pues su alto estado etílico, les hubiera dado un grave problema. Mi caso no era ...
... diferente, pero mi preocupación era Mayela. Estaba decidido a cogérmela. Ella, había tomado algo más que yo y su actitud hacia mi, era abierta e interesada.
−Te puedo llevar a casa Maye? −pregunté.
−Estoy manejando mi auto. −contestó.
− Oh −repliqué− Pensé que podríamos ir a algún sitio, a tomar algo y estar juntos.
−Si quieres, sígueme hacía mi casa. −dijo de inmediato.
−Depende Maye, dónde vives? −pregunté.
−En Long Beach, no es lejos. −respondió.
Su localidad no era lejos de mi casa, por lo tanto, no dudé un minuto en seguirla. Durante el viaje hice toda clase de conjeturas; deduje que debía vivir sola, pues de otra forma, no podría traer a casa un invitado a casi la media noche. Manejamos por casi media hora; desde la avenida principal y después de un par de giros, entró a una bastante oscura calle, flanqueada por enormes y frondosos árboles. Detecté un apacible barrio, donde las contadas y altas luces eléctricas, eran eclipsadas por los tupidos follajes. Detuvo su auto y yo aparqué detrás de él. Ella se apeó de su camioneta y en la oscuridad, se dirigió hacia mi.
−Cuál es tu casa Maye? −pregunté.
−Vivo a dos cuadras de aquí −contestó− pero este es mi sitio; es tranquilo y a esta hora, no hay nadie. Ven a mi camioneta.
No entendía, pero cerré mi auto; al mismo tiempo, mi mente se llenó de estupor, sorpresa, asombro, desconcierto y sobresalto. Mayela me estaba invitando a su camioneta, querido lector, pero tengo que describírtela. Era una lo ...