La pareja les, la madre y la ramera (Cap. 3) - Relatos Eróticos

La pareja les, la madre y la ramera (Cap. 3)

... que eso daba mayor elegancia para dar órdenes sin tener que estarlas llamando a gritos.

La pareja mariquita estaban más que orgullosas de haber sabido de los servicios que daba su Alteza, sino que además no les cabía ninguna duda que su Majestad siempre se comprometía a dar lo mejor. Las mariquitas preguntaron a su Alteza como es que debían llamarles, se les dijo que podían hacerlo mediante dos maneras:

1. Mediante hacer sonar palmadas

2. Chasquidos

Las chicas preguntaron la diferencia entre cada método, se les explicó que la función es la misma y que la única diferencia era que las palmadas eran para escucharse a una mayor distancia y los chasquidos a una mucho menor, se les dijo que una palmada era sinónimo de “VOLTEAR HACIA EL AMA Y PONER TOTAL ATENCIÓN, al hacer sonar dos palmadas equivalía a “VEN Y SALUDAME BESANDOME LOS PIES “ y que cuando el Ama se hartara de tenerla lamiéndole los pies , bastaría dar 3 palmadas para que la estúpida entendiera que debía retirarse de su presencia y continuar sus tareas impuestas.

A continuación se les dijo que los chasquidos era lo mismo, pero que los chasquidos debían ser acompañados de una seña, por ...

... ejemplo para besar los pies, se debía chasquear y señalar los pies para que la perra comprenda que es lo que se le está ordenando. La pareja de mariquitas quedaron más que felices con el trabajo que se había realizado en su ahora nueva esclava, pagaron y se retiraron llevándose a su nuevo juguete.

Al llegar a su casa la pareja instruyó a su nueva esclava para dejarle puntualizado cuales serían las nuevas tareas que deberá cumplir cabal y eficientemente, o de lo contrario se verían en la penosa necesidad de aplicarle un correctivo; la ramera al escuchar la palabra correctivo entró en pánico ya que le hizo recordar la primera etapa de su arduo entrenamiento, de tal modo que agachó su cabeza hasta el nivel de los pies de sus dos dueñas para besárselos y jurarles que obedecería todas y cada una de las órdenes recibidas sin ocasionarles algún inconveniente.

La nueva perra comprendió que su vida había cambiado y que no había manera de echar el tiempo atrás y así continuó hasta que el mismo estilo de vida y el tiempo la marchitaron y le quitaron la vida que pudo tener de no haber sido una rebelde irreverente que nunca supo valorar su estilo de vida anterior.