1. Sumisa en la calle: Posesión


    Fecha: 24/07/2017, Categorías: Hetero Autor: CalmaSola, Fuente: CuentoRelatos

    ... esfuerzos para mantener la tranquilidad. Pero la mano de él acariciando su hombro, aunque al principio la sobresaltó, la ayudó a calmarse...
    
    De pronto él la cogió por las axilas y la levantó. Lo siguiente que sintió fue algo que rodeaba su cuello. ¿un collar? Supo que si cuando el Amo tiró de la correa para hacerla andar. El no hizo nada para indicarle que se pusiera a cuatro patas para caminar así que lo hizo erguida.
    
    No veía, no oía y no podía hablar, así que tuvo que confiar en la guía de él Amo tirando de la correa para andar.
    
    De repente notó que el suelo de parqué se convertía en el cemento de las escaleras, ante las cuales el Amo la hizo parar y le doblo las rodillas con las manos para indicarle que debía bajar. Después el cementó pasó a ser hierba y tierra, caminaba por el jardín...
    
    La correa perdió presión y sintió una mano en su vientre. Pensó que era una indicación de que debía parar.
    
    El Amo la empujó por los hombros haciéndola retroceder unos pasos, entonces su espalda topo con algo ancho, duro y con una textura muy rugosa y agrietada. En seguida comprendió que era el árbol que había visto cuando entró.
    
    Dos manos rodearon su cintura y la elevaron un poco del suelo. Sintió que la sentaban sobre algo de madera que estaba en el propio árbol, no era una rama, pues era plano y su anchura no le permitía acomodar las nalgas. Esas mismas manos le hicieron abrir las piernas quedando apoyada solo por la entrepierna en el peculiar asiento. Alcanzaba a ...
    ... ponerse de puntillas para que aquello no se le clavase en el coño.
    
    El Amo cogió su mano derecha y algo que le pareció una cuerda, aunque muy suave, rodeó su muñeca. Tiró del brazo hacia atrás y tras un par de segundos su otra muñeca era también atada con el otro extremo de la cuerda de forma que quedaba bien amarrada al tronco y al tener los brazos y los hombros hacia atrás, era consciente de que su pecho sobresalía quedando totalmente expuesto.
    
    El Amo realizó la misma operación con sus tobillos, de forma que sus piernas quedaron atadas hacia atrás al árbol. Para hacerlo él había doblado sus rodillas, de forma que ella ya no tenía ningún punto de apoyo excepto el delgado asiento que se le iba clavando en la entrepierna.
    
    Ella intentaba guardar el equilibrio, pero pensó que no tardaría mucho en moverse para evitar la tortura de su coño y se caería hacia un lado.
    
    Pero él ya lo había previsto. Cogió otra cuerda y la pasó por detrás del tronco, la deslizó por lo hombros de ella y la cruzó entre sus pechos. Dio un fuerte apretón para pegar su espalda al árbol, después pasó los dos cabos por la entrepierna de ella, uno por cada ingle, así la vulva de ella quedaba muy marcada. Volvió a pasar la cuerda tras el tronco y allí dio un fuerte nudo. La había atado con la cuerda en cruz de forma que ya apenas podría moverse. Con ello evitaba que se cayese y que escapara de la presión del asiento.
    
    Este empezaba a hacer su efecto. A ella le parecía que aquello era cada vez más duro y ...
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