El negro, mi nuevo vecino.
Fecha: 25/07/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
... humo hacia arriba, sonriendo, y con los ojos cerrados, disfrutando de mi mamada de guebo. Se incorporó y me dio y di un jalón, qué rico era, al principio obvio no sentía nada, pero no pasaron 5 minutos cuando ya me reía de todo, me sentía tan en la gloria que me levanté y me le lancé encima y lo besé a más no poder, y mientras lo besaba, me apretaba las nalgas y me metía dos dedos, uno de cada mano, como para abrirme más, sin querer me lancé un viento y nos quedamos un fragmento de segundo en silencio cuando después estallamos de risa, me siguió besando cuando después volvió a voltearme, colocándome donde estaba antes, en la punta de la cama, en la esquina izquierda, me levantó las piernas y se echó saliva en el guebo y sin pensarlo dos veces ni emitir palabra comenzó a metérmelo, al principio yo tenía la mano puesta en su verga para guiarlo y notar cómo me entraba, y con facilidad entró la cabeza rápido. Eso me dio una risa incontenible. — ¡Entró, entró! —Eso bebé, tú puedes, aguanta, aguanta. Jajaja. Shhh, no hagas ruido. Volvimos a reír, pero después de unos segundos comenzó a metérmelo más y sentía ardor. Ya yo había tenido relaciones con dos personas antes, pero ninguna tenía el guebo así, así que era obvio que este iba a traspasar los umbrales de lo desconocido aunque no esperé que fuera tan pronto. Siguió metiendo hasta que ya me puse serio, porque me estaba doliendo, él viendo mi cara lo que hacía era reírse en silencio. De momentos se detenía como suspirando a cada ...
... segundo que lo metía más, y me pasó la pipa, pero ni la toqué, solo me apoyé en mis codos y él la puso en mi boca, absorbí un poco, y empecé a toser, él se me acercó y me besó para que me calmara, después al oído me dijo que era una buena perrita, que ya lo tenía todo dentro, y sin creerle, toqué a ver y era verdad, estaba todo adentro. No me pregunten cómo cupo porque ni yo lo sé, supuse que la droga había ayudado, después me dio una última embestida hasta el fondo y lancé un gritico ahogado, él se rió y me mordió la oreja duro. Y comenzó el vaivén lento para después darle con tanta furia que me dolía, me quejaba, intentaba apartarlo un poco con mi mano puesta en su pecho, pero mi ignoraba. —Aay, ay, ah, ah, ay, ay, aj, aj, me, ay, duele. Él sudaba, y me daba más duro, como si le importara un bledo si me dolía o no, puso cara de serio, y me daba más duro, me agarraba las nalgas y me las apretaba fuerte, se me acercó al oído y me lo mordía, me metía la lengua, y de una manera u otra, eso como que calmaba un poco mi dolor, porque me hacía moverme como una perra en celo, me hacía como apaciguar el dolor. —Ahh, sí, sí… ¿no querías guebo pues? Aprovecha porque todavía vas a llevar guebo que jode, ah, sí, sí, uffff, que culito tan rico encontré yo vale. Me lo sacó rápido y me acomodó en el mismo lugar pero ahora estaba yo en 4 patas, como la perra que era. O soy. Y comenzó a darme duro, me nalgueaba fuerte, luego, así como estaba, en cuatro patas, me agarró con las dos manos el ...