Hermanos de tierra caliente
Fecha: 02/08/2018,
Categorías:
Primera Vez
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... prima sin desgaste alguno.
Más tarde, la propia Zenaida se incorporó, montándose sobre su propia prima quien ya estaba en cuatro, y así, un trasero sobre el otro, en escalerita, se le ofrecieron a Mateo para recibir placer.
Pese a que el goce lo recibían por turnos, parecía que ambas lo disfrutaban al mismo tiempo, pues gemían simultáneamente. La escena era especialmente sexosa: Una mujer sobre otra; totalmente desnudas de cuerpo y alma, despojadas de tapujos morales; disfrutando lo que un solo hombre podría brindarles sin necesidad de ayuda.
El pene abandonaba una vagina únicamente para entrar en la otra. No había descanso, pues Mateo no lo necesitaba. Podía durar por horas. Sin embargo, algo lo perturbaba. Y no es que aquél no disfrutara mientras penetraba. Lo que sí es que, mientras se introducía en cada uno de aquellos culos morenos, no dejaba de pensar en el hermoso y bien formado trasero que Renata le había dejado contemplar.
Tenía que hacerlo suyo, a como diera lugar. Se le había vuelto una obsesión.
A pesar de que no le faltaba hembra a la que montar como a yegua, a Mateo no podía quitársele de la cabeza la imagen de lo que Renata le había mostrado. Aquella mujer sí que lo incendiaba... que lo enardecía. Era una obsesión que sólo podría sofocar de un modo.
Fue así que, con el tiempo, al fin cedió. Ella ganaba. Sería su mujer, tanto ante el altar como en la cama, pues eso sí, si un hombre la estrenaría sería él y sólo él, sin duda.
«Caray, que ...
... después de tantos años de andar desvirgando a múltiples muchachillas, se le fuera la más hermosa mujer que había tenido el gusto de contemplar... pues no».
Como no tenían más familiares, Silvano aceptó acompañar a Mateo a la casa de Renata a entrevistarse con los padres de la susodicha, para solicitar su permiso, pese a lo que aquello le significaba. Silvano se sintió conminado a apoyar a su hermano en ese gran paso.
La boda se celebró, aunque tanto Don Toño como Doña Manuela, padres de Renata, no estaban de acuerdo del todo. La fama de Mateo era bien conocida en el pueblo y ellos no estaban ignorantes, sin embargo, había sido decisión de su hija y ellos la respetaron, aunque no dejaron de mencionarle:
—Mira m´hija, no voy a andar con tanteos —comenzó a decirle a su hija Don Toño—. Todos sabemos cómo se las gasta ese Mateo. Es seguro que te va a dar una vida muy difícil, intranquila. Pero si es tu decisión, ni hablar. Adelante. Nada más atente a lo que vendrá en tu vida de casada.
—Sí mi niña, deberías de pensarlo mejor. Hay mejores hombres en el pueblo —dijo Doña Manuela.
Pero Renata no hizo caso, no obstante, las palabras de Don Toño resultaron proféticas meses más tarde.
La silueta de Renata ante el umbral de su nueva casa se mantenía inquieta esperando a su marido. Ya pasaba de media noche y él no llegaba.
«Méndigo, cada vez se me desaparece más seguido. Seguro se anda revolcando con alguna pinche güila por “ay”», pensaba, angustiosamente, para sus ...