1. Hermanos de tierra caliente


    Fecha: 02/08/2018, Categorías: Primera Vez Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... adentros la ahora Señora.
    
    Habían pasado dos meses desde su matrimonio. Dos meses desde que Renata había dejado de ser señorita en una entusiasta noche de bodas.
    
    Mateo y Renata habían dejado la fiesta para irse a encerrar a un cuarto, mientras que Silvano ahogaba en alcohol la mezcla de celos, tristeza e impotencia que había cargado desde que su hermano le había pedido que lo acompañara a pedir la mano de Renata.
    
    «¡Pinche Mateo, bien que me desgració!», pensaba Silvano al mismo tiempo que las lágrimas se le escurrían por el rostro.
    
    Mientras tanto, Mateo, quien ya había desvestido casi por completo a Renata, dejándola sólo en lencería, retiraba sus pantaletas que deslizó por todo lo largo de aquellas exuberantes piernas hasta sacarlas por completo.
    
    El guapo semental besó con delicadeza la fina piel que envolvía los glúteos de la, aún, impoluta mujer. La llenó de besos y chupetones por todo su cuerpo.
    
    Aunque estaba más arrebatado que un fogón, Mateo se dio tiempo para disfrutar de poco a poco las turgentes carnes de su ahora señora.
    
    —Júrame que serás para mí solita nada más, júramelo. Te quiero sólo para mí —le dijo fervientemente ella.
    
    —Sí mujer, te lo juro —respondió complaciente Mateo.
    
    Cuando le metió por primera vez la lengua en la pepa, la mujer ya no supo de sí. Fue transportada al mismísimo cielo.
    
    —¡Santo niño! —exclamó Renata, sin saber bien a bien lo que decía.
    
    —Ahora sí mi amor, prepárate que te voy a hacer mujer, mi mujer —le dijo ...
    ... Mateo, quien ya se ponía en posición de meterle la reata.
    
    Usando sus brazos como fórceps, le abrió totalmente las piernas a Renata, haciendo que su sexo quedara completamente expuesto.
    
    —Por favor, sé gentil —pidió la muchacha al hombre que daba veloces golpecitos con su mandarria sobre su clítoris.
    
    La estocada fue contundente. Justo es de decir que ésta fue eficaz gracias a la humedad con que se había lubricado a sí misma la vagina. Al tenerlo por vez primera dentro, la chica supo por qué la mujer que lo probaba terminaba adicta a él. Mateo tenía una tranca no sólo grande, sino ágil en el mete y saque.
    
    —Méndiga, sabías lo que allí abajo te cargas y por eso te hiciste del rogar, ¿verdad? —le dijo socarronamente Mateo.
    
    —¿Qué...? ¿Qué cosa? —respondió fuera de sí, y sin saber de qué hablaba él.
    
    —Pues qué va a ser. Tienes perrito y bien que muerde el cabrón.
    
    Ella no entendió pero ambos siguieron con la cópula.
    
    Mientras seguían con lo suyo, esta vez de a perro, a Silvano no lo abandonaba el sufrimiento.
    
    «Eso me merezco por imbécil», se decía a sí mismo, mientras veía hacia el cuarto donde sabía muy bien que su hermano empalaba a la única mujer que siempre había amado.
    
    Pero Mateo, a pesar de tenerla a ella, no dejó sus andadas.
    
    De hecho, por aquellos tiempos se le volvió afición el desvirgar a jóvenes doncellitas, pues, después de todo,en casa ya tenía asegurada la carne de hembra desarrollada.
    
    Y el cabrón era un suertudo. Ellas solitas lo buscaban, ...
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