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Viajando por Suiza
Fecha: 03/08/2018, Categorías: Anal Autor: Efem54, Fuente: CuentoRelatos
No recuerdo exactamente las fechas, pero seguramente sería a finales de octubre principio de noviembre, por aquellas fechas yo trabajaba para un Tour Operador internacional y desarrollaba el puesto de director de producto, lo que me permitía viajar muchísimo. En esta ocasión tenía que preparar un circuito por Suiza e Italia sobre todo el norte la zona de los lagos. Aterricé en Ginebra, alquilé un coche y me dirigí hacia Leiden un precioso pueblo de montaña donde tenía que ver varios hoteles y elegir uno. Me tomo menos tiempo del que había supuesto por lo que gane un día en mi apretada agenda antes de llegar a Italia. Como necesitaba llenar el depósito de gasolina me pare en una estación que tenía un pequeño restaurante de montaña al lado, deje el coche en la gasolinera y me fui a comer. Estaba vacío el lugar y solo estaba el personal, una mujer hermosa metida en carne con unos pechos que desafiaban la gravedad y un culo que bamboleaba al andar que parecía duro como las rocas de estas montañas, fue la que me atendió y me puso a cien ya que al agacharse para servirme me mostraba el canalillo de sus pechos. Detrás de la barra había un hombre joven que parecía hablar con un niño o niña ya que no se apreciaba lo que si era cierto es que le hablaba con la autoridad de un padre. Durante toda la comida por mi mente pasaron las más calenturientas ideas de lo que podría hacer a esta mujer madura que me miraba con cierta sorna posiblemente porque mis miradas hacia ellas querían ...
... decir lo mucho que la deseaba. Por mi mente pasaban las diferentes formas de cómo podría follármela y cuanto jugo me daría al lamer y chuparle el coño. De pronto salió de detrás del mostrador una muñequita rubita que no debía de tener más de 18 años que se dirigió a la mujer tratándola de abuela. Después de la comida el tiempo había cambiado a peor parecía de noche cuando en mi reloj solo eran las 3 de la tarde. Fui a la gasolinera a pagar y compré unas barritas de chocolate que una vez en el coche puse en un bolso que llevaba en los asientos traseros. Cuando me disponía a arrancar el hombre joven del restaurante se acercó para pedirme si podía llevar a su madre y a su hija hasta el siguiente cruce, unos 10 kilómetros, para que allí ellas tomasen otro vehículo que fuese al pueblo ya que para él le era imposible llevarlas al no haber llegado el relevo y debería quedarse todo el resto del día y de la noche en el restaurante a lo que lógicamente no me opuse. La abuela se sentó delante y la pequeña atrás al sentarse la abuela me regalo con una vista de sus muslos que después no intento bajarse el vestido por lo que durante el viaje me iba a ofrecer unas vistas magnificas. De hecho, conforme iniciábamos el recorrido se volvía para ver qué hacia su nieta, pero el vestido se remontaba cada vez más hasta que pude verle sin descaro hasta las bragas negras que llevaba. Por supuesto que, entre mis piernas, no tardó mucho en reaccionar mi fiel amigo que inmediatamente se puso firme ...