1. El gordo Lito ( Segunda parte )


    Fecha: 04/08/2018, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues

    El Gordo Lito ( segunda parte) Una semana transcurrió desde aquellos escabrosos acontecimientos y desde entonces el gordo no volvió a ver a Leila, quien siempre solía jugar por esos descampados lugares con otros niños. Para Lito, esos fueron los días más largos y tormentosos de su vida, vivía asustado y con temores de que la petisa pudiera acusarlo, o de que alguien se diera cuenta del infame acto, le parecía escuchar que de pronto tocarían a su puerta para llevárselo por violación, en fin, una serie de sombríos pensamientos atormentaban su paz y tranquilidad. Pero en el transcurso de la segunda semana, por fin para alivio del preocupado viejo, pudo divisar a Leila desde su vieja caseta, jugando alegremente con sus amiguitas cerca de la vieja piscina. Los eróticos sucesos estaban aún frescos, motivo por el cual los deseos por fornicar nuevamente a la candorosa negrita estaban latentes en el gordo, quien en el acto se percató que tenía otra vez la verga dura como un garrote. Al instante recordó el inmenso placer que ese sensual cuerpito le había causado y que ahora, se divertía despreocupadamente como si nada hubiera pasado. Esto alentó y avivo aún más en Lito, el deseo de seducir nuevamente a la apetecible muchachita. Olvidándose por completo ya de sus temores, fue movido nuevamente por renovados impulsos y se dirigió disimuladamente a los abandonados cuartuchos. Pronto el verraco obeso hizo notar su presencia a propósito, – ! gordo…gordo ¡ – le gritaron las traviesas ...
    ... petisas, riéndose burlonamente mientras Este, se introducía en el viejo establecimiento donde se encontraban los destartalados baños. Leila miro al viejo y también cruzaron por su mente, las dolorosas y placenteras vivencias que por primera vez había experimentado con un hombre mayor. Motivada por los recuerdos, los naturales e inevitables instintos sexuales se apoderaron ávidamente de la masoquista negrita. – Ya no quiero seguir jugando, – les dijo a sus amigas mientras se tendía perezosamente en el pasto, las niñas que eran casi de su edad además de un niño de ocho años, también imitaron a Leila recostándose en la grama sudorosas y algo cansadas. Caía la tarde y como era de suponer, después de un rato, las amiguitas de Leila ya sin ánimo por seguir jugando, se fueron retirando poco a poco dejando a la aviesa morocha completamente sola. Percatándose de que ya no había nadie, Leila se puso de pie y armándose de valor se dirigió al lugar donde se encontraba el astuto viejo. Entrando por el inmenso pasadizo, uno por uno la pequeña fue repasando las habitaciones sonriendo nerviosamente. Por fin, abriendo el único cuarto que tenía puerta, sigilosamente Leila se fue introduciendo. – ¡ Te atrape pendeja, ! – gruño Lito mientras cogía a la niña por los hombros. –¡ hay Gordo me has asustado,¡ – replico la nena fingiendo temor, – ¿ Dónde has estado mi amor, ? – Pregunto el viejo mientras recorría con manos golosas el cuerpo de la chiquilla. Sin decir nada y con sensual sonrisa, Leila empezó ...
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