1. Con el profesor de filosofía


    Fecha: 05/08/2018, Categorías: Gays Autor: SantiagoRodriguez, Fuente: SexoSinTabues

    Muchos dirán que en la facultad de filosofía de una universidad estatal peruana no hay forma de encontrar tipos guapos… y no estarán muy equivocados; los alumnos no son precisamente la mata de la sensualidad ni de la belleza, y ni qué decir de los profesores. Es por eso que el aula enmudeció cuando David, el profesor de Dialéctica, cruzó el umbral de la puerta del aula: 172 de estatura, delgado pero nada flaco, cabello lacio y perfectamente negro, lentes de carey, pantalón entallado, zapatos impecables, polo impecable con cuello abotonado por completo… el toque nerd en un hombre completamente varonil por lo demás, con aproximadamente 32 años de edad. Pero había dos cosas que este ejemplar de hombre ofrecía como plus: una sonrisa cándida que mostraba una dentadura blanquísima, la cual hacía contraste con el color de su piel, de un marroncito oscuro alucinantemente parejo desde la frente hasta las manos, pasando por el cuello y… bueno, más no se podía ver; solo quedaba alucinar con lo que se veía, plus que llenaba muy bien los pantalones por delante y por detrás. Las chicas pasaron el ciclo mordiéndose los labios y cruzando las piernas con desesperación cuando él dictaba clase, y sé que los chicos gais del aula estábamos en las mismas. Yo tenía otros planes: me apliqué lo mejor que pude durante el ciclo, leí todo lo que nos mandó leer y hasta más, intervine moderadamente en las clases y procuré tener perfil bajo todo el tiempo… no quería saturarlo con mi presencia, a ...
    ... diferencia del resto de estudiantes pues esto había que trabajarlo con paciencia. Terminó el curso, él entregó las notas y cuando ya habíamos cortado positivamente todo vínculo académico, fui a buscarlo a una de las aulas; entonces conversé con él, le hice un par de preguntas sobre el curso y le metí letra como pude (nunca falla el "profesor, necesito hacer mi tesis y me gustaría contar con su orientación)". Finalmente, nos despedimos y quedamos para vernos nuevamente durante la semana siguiente, coordinando un día en que él no tuviese nada que hacer. Llegó el día acordado pero él canceló la reunión, postergándola para la semana siguiente; ni modo, yo acepté, aunque la verdad pensé que me estaba choteando sin hacer mucho roche. No siempre se gana, así que fui a la siguiente reunión sin mucha esperanza… pero él llegó puntual con su sonrisa perfecta y ese endemoniado color de piel que le aceleraba el pulso a todo el alumnado. Conversamos un poco y le propuse ir a mi casa, pues gracias al cielo mis viejos estaban de viaje por varios días y nadie asomaría las narices. David dudó un poco pero aceptó. Fuimos; entramos, nos pusimos cómodos y le invité un vaso de gaseosa helada, para el calor; luego otro y ya el tercero vino con trago incorporado. Nos sentamos en el mueble grande de la sala y yo no podía dejar de mirarle el paquete, que no era pequeño, precisamente. pero David era demasiado tímido para dar el primer paso; de hecho, al conversar con los alumnos siempre tartamudeaba un poco, y ...
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