1. Matilda, guerrero del espacio (capitulo 8)


    Fecha: 11/08/2018, Categorías: Hetero Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos

    ... conflicto.
    
    —¡No, tú no! No quiero que dejes la…
    
    —Yo soy la escolta, capitán, —insistió con convicción la Princesa.
    
    —Sí, ella es tu escolta, —corroboraron Neerlhix y Ushlas con igual convicción mientras los demás también asentían.
    
    —Hay que joderse. Me tenéis hasta los putos cojones. ¡Todos! Que lo sepáis.
    
    —Muy bien, de acuerdo, pero te vas con la Princesa.
    
    —No os soporto cuándo os ponéis en este plan.
    
    A bordo de una lanzadera, llegaron a la descomunal nave del Consorcio Bellek. Lo que la habían contado sobre la vida en esas naves no les hacía justicia: era mucho peor. Una vez presurizado el hangar, abrieron la puerta de la lanzadera, y una oleada nauseabunda las golpeó cómo un puñetazo y estuvo a punto de hacerlas vomitar.
    
    —¡Dios mío! Casi no puedo ni respirar, —exclamó la Princesa Súm tapándose la nariz y la boca—. Me quema en los pulmones.
    
    —Cálmate, a ver si se van a ofender. Además, no haberte presentado voluntaria: ahora te aguantas.
    
    —¡Joder! No sé si voy a poder.
    
    —Es fácil: procura no respirar.
    
    Salieron del transbordador, y con una inclinación de cabeza saludaron a cuatro soldados que las esperaban. Vestían un pesado mono de algo parecido al cuero, con refuerzos metálicos. Sobre los hombros, una capa larga hasta los pies, confeccionada con chapas metálicas engarzadas entre sí. Posiblemente la usarían como coraza durante el combate, si es que combatían en alguna ocasión. En las manos portaban el arma más descomunal, rara y estrambótica, ...
    ... que las dos mujeres habían visto jamás, y eso que eran expertas en armas. Un casco metálico, remachado, sin aberturas, les cubría completamente la cabeza hasta casi los hombros.
    
    —Parece que les gustan las cosas a lo grande, —susurro la Princesa con tono guasón controlando las náuseas— ¿Y por donde cojones ven?
    
    —Será para no respirar: no me extrañaría.
    
    —En esta pocilga podemos pillar cualquier cosa; y nada bueno, seguro. Cuando regresemos voy a ir al doctor de cabeza.
    
    —Que exagerada. Cuidado que eres quejica, —bromeó Matilda—. Ni que fueras una princesa.
    
    Matilda sonrió a los guardias que mientras las apuntaban con las armas, las indicaron la puerta. Entraron en un pasillo, ancho, sucio, semioscuro, y rectilíneo hasta donde la vista alcanzaba. El centro estaba ocupado por un carril sobre el que descansaba un vehículo, con un banco corrido a cada lado, y donde el conductor viajaba también en la misma posición. Subieron al vehículo que se puso en marcha a una velocidad aceptable. Cientos de personas, quizá miles, recorrían el pasillo, o salían y entraban a él por los laterales. Unos minutos después, se detuvieron y entraron en una estancia mucho más iluminada y limpia. En el centro, aguardaban un grupo de personas de distintas especies, ataviados con brillantes túnicas bordadas. Se detuvieron frente a ellos, mientras los guardias permanecían atentos a distancia.
    
    —Soy la capitán Matilda, del crucero federal Tharsis, comandante de la Flota Federal en este sector, ...
«1234...»