La mujer de mi primo Andrés
Fecha: 28/07/2017,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
... con pintar en tu talle escultural
un paisaje con mi boca ávida de querer,
y beber de tu embrujador manantial.
cuando tu talle comience a desfallecer.
Perdona que sueñe, flor de las flores,
perdona que sueñe el gorrión como colibrí.
con tus labios dulces, acaramelados,
perdona por mojar mi mano pensando en tí.
Úrsula, había recibido la carta y sabía que se la escribiera yo. Estando sentado en el banco de piedra que había delante de mi casa, llegó ella, se sentó a mi lado, y en bajito me preguntó:
-¿Desde cuándo te haces pajas pensando en mí, Quique?
-¿Te dijo Toñito que escribí yo la carta?
-Dijo.
Aparenté estar enfadado.
-¡La madre qué lo parió!
-No me contestaste.
-Estoy enamorado de ti, Úrsula.
-Lo que estás es en la edad del pavo.
-Si amarte es estar en la edad del pavo, lo estoy.
-¿Qué sabrás tú que es el amor?
-Yo sólo sé que eres mi último pensamiento antes de quedarme a dormir y el primero al despertar.
-¿Pero qué te atrae tanto de mí, calavera?
-En este momento tus labios me atraen como el imán atrae al hierro.
Se alarmó.
-¡Ni se te ocurra besarme!
-No estoy tan loco como para querer robarte un beso. Me podrían ver y te quiero demasiado para arruinar tu vida.
-Esta te la voy a pasar, pero no se te ocurra mandarme otra carta. Si lo haces se lo diré a mi marido.
-No te la mandaré, pero lo que no podré hacer es dejar de pensar en ti.
-Y pajearte, claro.
-Sí, por la noche, por la mañana y ...
... alguna vez por las tardes. Es que si no lo hago me explotarían los huevos con tanta leche acumulada. Ahora mismo solo de hablar contigo ya estoy empalmado. Cuando te vayas me voy a hacer una paja como un mundo.
Úrsula, me miró para la entrepierna y no vio el bulto.
-¿Tan pequeñita la tienes?
-Si quieres verla no tienes más que levantarme la camiseta.
La curiosidad hizo presa en ella. Úrsula, miró para la entrada de corral, como no venía nadie, levantó mi camiseta, que la llevaba por fuera del pantalón, y vio la mitad de mi gorda y larga verga que salía del pantalón y que pegada al cuerpo me llegaba al ombligo. Sus ojos se abrieron como platos.
-¡Mi madriña, perro bicho!
Me volvió a bajar la camiseta. Le pregunté:
-¿Te gusta?
No me respondió a la pregunta.
-Me voy, me voy que tengo cosas que hacer.
Úrsula, se levantó y se fue, probablemente a hacerse un dedo que le dejaría los ojos al revés.
Una semana después, Úrsula, me abrió la puerta de su casa. Llevaba puesta una blusa blanca con los tres botones de arriba desabrochados, una falda negra que le daba por encima de las rodillas y calzaba unos zapatos negros de charol. Por primera vez la veía con el cabello suelto. ¡Estaba preciosa! Le dije:
-Vengo a que me tomes las medidas para el pantalón.
-Pasa.
Entré y cerró la puerta. Fuimos a la cocina. Encima de la mesa tenía un papel, un lápiz y la cinta métrica. Cogió la cinta y acercándose a mí, me dijo:
-La verdad es que sabiendo lo que ...