1. Día de Playa


    Fecha: 24/08/2018, Categorías: Incesto Autor: laertes, Fuente: RelatosEróticos

    ... sería su escote a los dieciocho. su vientre era liso, su culo pequeño y respingón, ahora con un moratón en una nalga, por haberse caído jugando. Ella todavía miraba mi dedo y mi vista bajó hasta su pubis... me sorprendí al descubrir que mi hermanita tenía ya una fina mata de pelo rubio, casi transparente, que no ocultaba nada y resultaba morbosamente atractivo.
    
    No tuve necesidad de ocultar mi erección porque para cuando me quise dar cuenta ella ya había salido de nuevo disparada hacia el piso de arriba. Dejé las cosas encima de la mesa de la cocina y me dispuse a subir yo también, todavía notando calor en mis mejillas.
    
    Rebe chapoteaba en la bañera, y escuché el sonido del agua cayendo fuera. Le encantaba llenarla hasta arriba, sin darse cuenta de que al meterse aquello se convertía siempre en una inundación. Entré para reñirla y me la encontré cubierta de jabón, riéndose y soplando a los copos de espuma para hacerlos volar.
    
    - Rebe, ¿qué te tengo dicho?
    
    - ¡Perdón perdón! - dijo ella, sonriendo. Todavía tenía manchas de chocolate en los labios.
    
    - A ver, que te quito eso - le dije, señalándoselas.
    
    Me acerqué y ella se incorporó, salpicándome. En otro momento me habría enfadado, pero seguía con su imagen desnuda en mi cabeza y se me ocurrió una idea diferente.
    
    - Déjame sitio - le dije mientras me sacaba la camiseta. No nos bañábamos desde que ella era pequeña, pero no puso ninguna pega. Eché las toallas de la playa al suelo, me quité el bañador y me metí en ...
    ... la bañera.
    
    No intenté esconderme, sabía que la erección no iba a pasar desapercibida así que me lo tomé con normalidad, para que ella hiciese lo mismo. Se sentó y mi pene quedó frente a ella. Busqué la alcachofa de la ducha y la colgué por encima, abrí los grifos y empecé a aclararme la arena y el salitre de la playa. Rebe observaba atentamente. Había dejado de jugar con la espuma, de vez en cuando se mojaba la cabeza o se frotaba la cara pero el centro de atención había pasado a ser yo, concretamente una parte de mi anatomía.
    
    - ¿Te has quitado toda la arena? - le pregunté. En el verano era normal que todo crujiese, incluso la comida, sobre todo por la costumbre de mi hermanita de esparcir por la casa sus tesoros de conchas, sus bañadores o sus chanclas. O simplemente porque le encantaba ese olor a sal que le quedaba en el pelo y la piel y nunca se lavaba a conciencia.
    
    Ella asintió pero le hice un gesto para que se levantase. Se puso de pie y alzó los brazos, girando sobre sí misma como cuando la mojaba con la manquera en el jardín. Le enchufé con la alcachofa y cerró los ojos. Aproveché para observar de nuevo su cuerpecito, que era precioso. Suspiré. Mi pene ya no podía estar más duro, y tiré de él para descubrir el glande y aliviar un poco la presión.
    
    Mi hermana abrió los ojos en ese momento y se quedó mirando, con gesto divertido. Se puso bajo el chorro, de la ducha, abrió la boca y me escupió el agua recogida, riéndose.
    
    - ¿Por qué está eso así? - preguntó, ...