1. Día de Playa


    Fecha: 24/08/2018, Categorías: Incesto Autor: laertes, Fuente: RelatosEróticos

    ... las movía inquietas, apoyándose en el borde de la bañera, en el pasamanos, estrujando una esponja... . Después de un rato las metió bajo el agua jabonosa y desaparecieron entre sus piernas, lo que confirmó mis sospechas. Se puso aún más sonrojada y se estremeció.
    
    No hizo falta mucho más, estaba a punto de terminar. Pero no quería correrme sin más. Si ya había llegado hasta allí decidí dar un paso más.
    
    - Rebe, acércate y ponte aquí - le dije, señalando entre mis piernas. Lo hizo al momento.
    
    Seguí masajeando mi polla cada vez con más intensidad y cuando llegué al punto sin retorno le dije:
    
    - Mírame y abre la boquita.
    
    Mi hermanita obedeció y en ese momento me corrí, lanzando un espeso chorro de semen contra su cara. Los siguientes salpicaron su pelo y sus mejillas, alguno voló por encima hasta los azulejos a su espalda, pero la mayoría cayeron sobre su rostro, que quedó empapado de tibia leche blanca. Me recosté hacia atrás, sintiendo todavía las sacudidas del orgasmo. Cuando volví a mirarla estaba pasando la lengua para recoger una de las gotas que chorreaban. Pestañeó al notar el sabor salado y sonrió. Lo siguiente me sorprendió y me maravilló: Rebe fue recogiendo los chorretones con los dedos para llevarlos hasta su ...
    ... boca y se los tragó sin dejar ni uno.
    
    - Sabe raro - dijo al terminar. Luego se puso de pie y se inclinó sobre mi. Acercó su cara a la mía y me dio un beso pegajoso en los labios - ¿Ahora soy como tu novia?
    
    Me quedé boquiabierto y me dí cuenta de que debía haber visto mucho más de lo que decía desde el armario de mi habitación.
    
    - Si - contesté.
    
    /////////
    
    Haciendo memoria, antes de ese día no recuerdo haber puesto crema a mi hermana nunca, aunque estoy seguro de que lo hacía cada vez que íbamos a la playa (si no mi madre me habría matado). Cómo cambian las cosas. Desde lo de la bañera, esos momentos mientras le aplicaba a su cuerpecito la protección solar se me quedaban grabados y llenaban mis fantasías nocturnas. Esperaba impaciente el momento y tenía que hacer esfuerzos para ocultar la erección que me provocaba recorrer sus nalgas o sus ingles con mis manos. Cuando nadie miraba también acariciaba sus pechos bajo el bañador, y en esos momentos Rebe entrecerraba los ojos y abría su boquita, jadeando. Al terminar salía a toda prisa hacia el agua, como si nada hubiera pasado, y yo me tumbaba boca abajo en la arena hasta que mi excitación dejaba de ser tan evidente.
    
    Qué tiempos... y aquello fue sólo el principio del verano. 
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