1. Matilda, guerrero del espacio (capitulo 7)


    Fecha: 26/08/2018, Categorías: Confesiones Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos

    —¿Tiempo de llegada a Nar?
    
    —Cinco horas capitán, —contestó Daq.
    
    —¿Qué sabemos de las naves beegianas? —preguntó mirando a su hermano.
    
    —Son naves muy similares a las de Faralia en tamaño y prestaciones, —respondió Neerlhix—. Si utilizamos nuestras baterías principales contra ellos, será como matar moscas a cañonazos.
    
    —¿Tenemos alguna alternativa?
    
    —Sí. Puedo reconfigurar parte de nuestras torres de defensa de perímetro para que intercepten a sus naves como si fueran interceptores, misiles o proyectiles de artillería. Además, ahorraríamos energía.
    
    —De acuerdo. Hazlo e informa a la flota.
    
    Mientras se aproximaba la hora del encuentro, Matilda recorría la nave supervisando lo que ya estaba supervisado, cómo el mayordomo escrupuloso y estricto, que pasa su guante blanco por todos los rincones de la mansión en busca de una mota de polvo. La incertidumbre mantenía sus nervios a flor de piel, y eso, en una mujer que podía conservar la calma en las situaciones más tensas y complicadas. No olvidada de que había la posibilidad, muy real, de que tuvieran que enfrentarse a las naves imperiales por primera vez desde que empezó esta misión. Estaba absorta en sus cavilaciones cuando al pasar por la puerta secundaria de uno de los almacenes, oyó algo que la llamó la atención, porque no debía oírlo. El mecanismo de cierre había fallado y se encontraba ligeramente entreabierta, lo suficiente para que un rumor de gemidos, salieran por la apertura. Introdujo el hombro, y ...
    ... haciendo fuerza con el cuerpo, abrió un poco más la puerta hasta que pudo pasar. Detrás de unos contenedores apilados encontró a Daq y Camaxtli en una actitud poco decorosa. El piloto la tenía cogida por detrás mientras embestía violentamente a la rojiza jefa de máquinas.
    
    —¡No me lo puedo creer! —vocifero muy cabreada—. ¡De vosotros dos, no!
    
    El grito hizo saltar a los dos oficiales mayores, que aterrados miraron a Matilda con ojos de pánico.
    
    —¿Pero qué cojones estáis haciendo? —preguntó gritando a sus dos oficiales—. Aquí en medio, como los animales. Para que todo el mundo os vea.
    
    —Nadie nos ve, Matilda, —pudo balbucear una Camaxtli mucho más roja de lo natural en ella.
    
    —Os habéis dejado la puerta abierta, pedazo de gilipollas, —claramente los nervios de Matilda habían aflorado—. Y ponte el inhibidor: no quiero verte sin él. Vamos, iros a vuestro camarote. Al que sea, me da igual, pero quitaros de mi vista. Pero cuando lleguemos a Nar os quiero en vuestros puestos. ¿He hablado claro?
    
    —Matilda, por favor, no te enfades.
    
    —¡Que os quitéis de mi vista he dicho! Y cuándo tengamos un momento vamos a hablar muy seriamente los tres.
    
    Como balas, se trasladaron al camarote de Camaxtli que era el más cercano. Entraron y rápidamente Daq la quito la ropa. A continuación, la ató las manos por detrás para evitar que le depilara la espalda, la quitó el inhibidor y continuaron por dónde lo había dejado después de la abrupta interrupción de Matilda.
    
    —Nena, es un poco ...
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