1. Desafío de galaxias (capitulo 23)


    Fecha: 28/08/2018, Categorías: Gays Autor: calvito, Fuente: CuentoRelatos

    Miles de soldados federales se amontonaban en la explanada. La noticia de que la comandante en jefe bajaba a visitar a las tropas, se había propagado como la gripe ursaliana. La lanzadera que la transportaba maniobró para aterrizar suavemente en el terreno acotado por un cordón de policías militares. El portón trasero de la lanzadera se abrió, y en medio de un griterío ensordecedor apareció Marisol que saludo levantando los brazos. Por la escalerilla adosada al casco en el lateral de la nave, ascendió y de pie, sobre el techo, volvió a saludar. La tropa estaba como loca y todos la vitoreaban llamándola por su nombre de pila, algo que ya se había hecho habitual. Hizo una señal con la mano a Clinio para que subiera con ella, mientras desde abajo, Anahis, Marión e Hirell, que por primera vez salía del Fénix, aplaudían también. Clinio subió y saludó militarmente a Marisol, que después de devolverle el saludo, se fundió con él en un entrañable abrazo. Después, cogidos de la mano, levantaron los brazos saludando a todos. Durante casi media hora, estuvieron sobre el techo de la lanzadera y cada vez que intentaban bajar, los gritos de los soldados se lo impedían. Finalmente, bajaron, y gracias a un pasillo abierto por la policía militar llegaron al cuartel general. En él, Marisol saludó a los jefes de estado mayor de los ejércitos desplegados en Rudalas, los conocía a todos, en especial a la general Oriyan, de la 102.º acorazada.
    
    —¿Sigues siendo igual de “mosca cojonera”? ...
    ... —preguntó después de saludarla y darla dos besos.
    
    —Mucho más, te lo aseguro, —contestó Clinio por ella.
    
    —Me temo que es cierto, mi señora, —respondió forzando la sonrisa y provocando las risas de todos mientras se sentaban como podían en torno a la reducida mesa de operaciones. Durante varias horas analizaron la situación y llegaron a una conclusión unánime: estaban estancados y mientras siguiera lloviendo, seguirían estándolo.
    
    —General Oriyan, ¿por qué no pueden operar los carros de combate? —preguntó Marisol agarrada a su taza de café negro. La pregunta extraño a todos porque sabían perfectamente que Marisol conocía la respuesta.
    
    —Es una cuestión de velocidad de operaciones, mi señora. En terreno seco y llano podemos alcanzar los 110 Km/h. pero en las condiciones actuales si salimos a atravesar el terreno de nadie con la enorme cantidad de barro que hay, no pasaríamos de los 20, y su artillería nos machacaría.
    
    —¿Y si eliminamos el proceso de atravesar el terreno de nadie? —todos, incluida Oriyan, la miraron con cara de extrañeza.
    
    —Mi señora, —contestó Oriyan— si por arte de magia apareciéramos en medio de su ejército, montaríamos una que se iban a cagar… y disculpe la expresión.
    
    —He captado la idea, general, —dijo Marisol sonriendo—. Bien, todo está visto, mientras sigan las lluvias no podemos hacer nada. Eso si, general Clinio, quiero que hagas retroceder a la 102.º acorazada, como mínimo, 20 Km, la quiero lejos del alcance de la artillería pesada enemiga, —y ...
«1234...»