1. Casada, pero necesitada de macho


    Fecha: 30/08/2018, Categorías: Voyerismo Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... el morzolote a su vagina.
    
    Con mucho cuidado, ella misma se montó en tan tremendo pedazo.
    
    —Que no me duela —todavía pidió con voz tierna a Otumbo, quien le respondió con la seguridad de su mirada.
    
    Llegado el momento, Renata apenas podía creer que había sido capaz de resguardarlo dentro. Todo entero estaba en su cuerpo.
    
    Otumbo la llenaba. Jamás había sentido algo tan ajustado y delicioso. Cuando el movimiento copular se hizo presente, Renata disfrutó de las lentas arremetidas de Otumbo que pese a lo laxas la hacían gemir. Otros hombres (como los vecinos de al lado) se le hubieran ido impulsivamente desde el inicio, pero no Otumbo; él sabía hacerla disfrutar el momento pues él, a su vez, así lo hacía.
    
    Fue la propia Renata quien pidió que la fuerza de los bombeos se incrementara:
    
    —¡Dále, dále! ¡Con más fuerza! ¡Más rico! ¡Sigue, sigue... aaasííí...!
    
    Llegó el turno de cambiar de posición y Otumbo la recostó en el catre, abriéndola de piernas para llenarla toda. Los bombeos para ese instante ya eran bestiales, y como Otumbo tenía aguante la hizo llegar al orgasmo nuevamente. No obstante, los vigorosos embistes eran tan tremendos que hacían rechinar el catre y ese ruido se comunicó al camarote vecino.
    
    Mientras uno de los trabajadores tomaba conciencia de lo particular de aquel sonido, del otro lado, el canal femenino estaba más que dilatado y así recibió el esperma de aquel mulato que ya lo había resguardado por mucho.
    
    De la vagina de Renata escapó un ...
    ... poco de aquella semilla masculina, sólo un poco pues el tolete seguía bien ensartado, impidiendo el escape de más. Y es que, aunque Otumbo se había venido, su sexo seguía fuerte y duro intentando complacerla.
    
    —¡Aaaahhh, qué delicioso! —exclamó ella, al reconocer lo que era coger de verdad.
    
    Ahora la tenía empinada sobre el catre, mientras él la seguía bombeando.
    
    —¡Hasta adentro! —se decía el trabajador que los espiaba sin comunicárselo a sus compinches pues, esta vez, no quería perderse de nada de aquel espectáculo sólo para sus ojos.
    
    Fue así que aquel compañero fue el único testigo del aguante verdaderamente salvaje de Otumbo. La Licenciada podía darse el gusto de proporcionarse unos buenos sentones sin que aquel falo se le doblegara. Ella se retorcía de placer manifestando que disfrutaba de las poderosas arremetidas.
    
    Cuando Otumbo se le vino por segunda vez, en esa ocasión lo hizo sobre las nalgas de la Licenciada, embarrándole todo su esperma en ellas con el mismo fuste que había escupídole aquello. Como verdadera mandarria, el mulato golpeó con su falo aquellas bellas carnes.
    
    Húmedos por la faena, ambos se echaron en aquel pequeño catre; una encima del otro para poder caber.
    
    —¿Crees que debo dejar a mi marido?
    
    —Sí, hazlo. Vente... vente conmigo. Yo no te puedo ofrecer mucho pero...
    
    Los dos quedaron en silencio. Tal vez reflexionando en distintas direcciones.
    
    Al fin, Renata regresó a tierra tras cumplir con su trabajo. Otumbo se despidió de ella ...
«12...891011»