1. Casada, pero necesitada de macho


    Fecha: 30/08/2018, Categorías: Voyerismo Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos

    ... desahogó con Otumbo del pesar de su relación conyugal. Silvano no era el hombre de su vida. Ahora estaba convencida. Lo notaba con claridad desde el fracaso de su última y frustrada noche de pasión.
    
    Al ver jugar a Silvano con aquel niño que ni siquiera era su hijo (aunque él no lo sabía), lo supo con certeza. Silvano podría ser el padre perfecto para su hijo, pero distaba de ser el esposo que ella necesitaba.
    
    —Conque su hijo no es de Silvano —le dijo, sin recato, Otumbo.
    
    —Pues no, es hijo de Mateo. Pero él no lo sabe, o se hace... no lo sé.
    
    A la Licenciada le vinieron recuerdos de sus agitadas noches con Mateo, su primer marido, su primer amor. Él era un ca... brón, un granuja, ¡sí! Pero como diría su abuela,siquiera él sí le cumplía.
    
    Podía recordar cómo aquél la hacía escurrirse mientras le chupaba la panocha. Su sexo se abría al máximo cuando la lengua de él se daba y le daba gusto. Y cuando aquél le paseaba la otra extremidad, la otra “sin hueso”, sobre la raja, aún sin recibirla adentro ya se sentía llevada al éxtasis.
    
    Recordando aquello, en ese momento, soltó algo de su jugo caliente que se embarró inmediatamente en el enorme falo que aguardaba bajo ella.
    
    —¿Tú qué crees?¿Hice una tontería al haber dejado a Mateo? —le preguntó ella.
    
    —Pues así como “usté” me dice, pues...
    
    —Pero háblame de tú. Ya tutéame, que ya así como estamos... es como para que ya nos tengamos confianza, ¿no? —le dijo ella y ambos rieron.
    
    —Pues sí “verda´” —reconoció ...
    ... Otumbo, tomando consciencia de que, a pesar del tono cotidiano de su charla, la Licenciada Renata era una mujer que estaba desnuda sobre él.
    
    Ellos continuaron así durante un rato; platicando entre sí con familiaridad, cachondeando suave pero rico. Como si se conocieran de años. De vez en vez, ella se inclinaba para besarlo, y él le correspondía con la pasión de un amante, no sólo deseoso, sino plenamente enamorado.
    
    Renata sabía en esos momentos que estaba traicionando el amor incondicional de su actual cónyuge, pero... ¿a quién le correspondía su fidelidad? ¿A él...? ¿O a sí misma?
    
    Es cierto que ella le estaba agradecida por haberla sacado de la angustia tras las continuas infidelidades de su primer esposo; le había dado estabilidad, un hogar digno donde creciera su hijo, sin embargo, ella estaba necesitada de la pasión que lamentablemente con él no saciaba.
    
    Su primer amor le había abierto las puertas (y las piernas), por vez primera, a esa pasión. Pero después de él no la volvió a sentir. En Silvano podía confiar, con plena seguridad, de su fidelidad pero, paradójicamente, su amor por ella lo excitaba tanto en la cama que lo hacía explotar antes de permitirle complacerla.
    
    —¿Sabes cuándo fue la última vez que Silvano me provocó un orgasmo? —de repente Renata le expresó a Otumbo.
    
    Él no halló palabras con las que responder. Sin embargo Renata no buscaba una respuesta.
    
    —Estoy lista. Cógeme —dijo ella decididamente y se levantó sólo lo suficiente para poder guiar ...