Casada, pero necesitada de macho
Fecha: 30/08/2018,
Categorías:
Voyerismo
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... la intervención del alcohol en aquella situación, no obstante, Otumbo notaba que la hembra, de por sí, lo apetecía.
—¡En la madre! —gritó Renata, ya fuera y muy lejos de su rol profesional, al ver el descomunal tamaño de la mandarria que Otumbo se cargaba entre las piernas—. ¡No puede ser!
El mulato tenía una pinga negra; gruesa y venosa, como nunca Renata había contemplado en su vida.
—¿Le gusta lo que ve? —le preguntó aquél.
—Que si me gusta. Uy, y mira nada más cómo respinga —contestó ella, etílicamente animada.
—Si respinga es sólo por “usté”.
—Así que por mí —le replicó Renata, en tono guasón, al mismo tiempo que se adueñaba de la enorme pieza de carne por propia mano.
La Licenciada brindó caricias muy especiales al tolete. Fue así como comenzó a chaqueteársela, a la vez que ella podía sentir como su propia vagina se autolubricaba, previendo, sin duda, lo que podría venir.
—Después de todo sí que tienes algo de “Bestia” —dijo Renata, con picardía—. Esto no le puede pertenecer a un hombre. Míralo, ¡está enorme! —y lo sopesó.
Otumbo sonrió; por primera vez su apodo le agradó.
—¿Quieres sentirla? —le preguntó.
—¿Qué quieres decir...? ¿Te refieres a metérmela? —preguntó Renata con cierta candidez infantil.
Otumbo, risueño, asintió.
—¡No...! ¡No, cómo crees...! Si acaso te la chupo, pero de eso nada. ¿Cómo crees que algo así me puede caber? —dijo con franqueza Renata.
—Pues órale, vas —dijo un ansioso trabajador, compañero de Otumbo, ...
... quien miraba por un orificio desde una de las paredes.
Aquél era uno de tres compañeros de Otumbo que habían estado espiando a la pareja, pues tenían la suerte de compartir camarote justo al lado de él. Al oír las voces de Otumbo y de la Licenciada, se mostraron muy atentos a lo que ocurría a tan sólo unos centímetros de ellos.
Gracias a la pequeña abertura en una de las mamparas pudieron estar, incluso, de mirones. Por turnos, se convirtieron en testigos de la exclusiva complacencia brindada por la Trabajadora social al humilde trabajador.
La Licenciada lamió y chupeteó la punta y todo el fuste de aquel morrocotudo toletón. Claro que no pudo introducírselo entero en su boca; aquello sería inhumano. No obstante, le dio placer al tendido moreno, quien no se quedó sin contribuir recíprocamente.
Otumbo introdujo sus gruesos dedos en la raja de la dama que ya chorreaba. Estos fueron los miembros pioneros en examinar tal gruta natural, y así se empaparon de los líquidos propios de ella. Aunque, por supuesto, él deseaba explorarla con su miembro máximo.
Era por ello que el hombre había aguantado, con notable esfuerzo, las ganas de venirse en aquellos labios que le habían mamado tan afanosamente la cabeza de su pitote. Renata había lengüeteado y manipulado con tal ímpetu el sexo de Otumbo que, a otro hombre menos resistente, le hubiera exprimido hasta la última gota de su esencia masculina en poco tiempo.
De pronto, Otumbo tomó a su compañera de catre por debajo de ...