Casada, pero necesitada de macho
Fecha: 30/08/2018,
Categorías:
Voyerismo
Autor: Arandi, Fuente: CuentoRelatos
... sus muslos y la cargó con la mayor facilidad, y con toda la intención de sentarla en su mero pitote. Éste apuntaba al cielo, cabeceando, ansioso por ser huésped de aquel hermoso cuerpo curvilíneo.
—¡No no no! ¡Espérate, ¿qué me vas a hacer?! —gritó aquella quien, pese a la borrachera que se cargaba, aún guardaba la suficiente sensatez como para ser consciente de lo que aquella posible intromisión significaba.
En ese instante, al escuchar los gritos de la Licenciada, los otros dos trabajadores que no podían mirar lo que sucedía al otro lado de la mampara, se pelearon con el tercero para que éste los dejara ver. Ninguno se quería perder semejante escena.
Pero aquella disputa sólo les hizo perderse de lo que pasó después. Y al fin, cuando uno de ellos logró ver lo que ocurría, sólo vio esto:
La Licenciada ya se había levantado del catre de Otumbo. Tenía la ropa desarreglada; la falda estaba alzada, de tal forma que permitía verle la parte trasera de los muslos y parte de aquellas voluminosas nalgas. Pese a que las pantaletas cubrían la división de su enorme culote, aquellos mirones podían estar agradecidos, pues, con tal imagen, bien podrían inspirarse para hacerse una satisfactoria chaqueta más tarde. La mujer estaba tan buena, o más, de cómo la habían imaginado aquellos morbosos, quienes la mal miraban desde su llegada.
Renata se notaba un tanto vacilante y su hablar no era del todo preciso, debido a la borrachera que aún no se le bajaba.
—Te lo juro; nunca ...
... me han metido una cosa así. Ni siquiera mi primer esposo, que si acaso tendrá... tendría poco más de la mitad de lo que tú tienes —dijo ella.
—Le prometo que lo haré con cuidado. Además ya está “usté” bien mojadita —le dijo Otumbo, tratando de recobrar su confianza.
—No, con eso de seguro me desgracias. Y luego... ¿a ver? ¿A ver qué hago aquí en plataforma si sufro un desgarre? Ni modo que acuda al médico de la compañía. No manches... quedaría como una...
—Como una puta infiel, que es lo que es —dijo uno de los trabajadores detrás del mamparo queriendo hacerse el ocurrente frente a sus compañeros.
No obstante, Otumbo pareció entender, al contrario de los tres trabajadores que los espiaban...
—¡Pinche Bestia...! Ahora es cuando —dijo el que en ese momento miraba.
—¿Qué pasa?¿Se la va a meter o no...? —preguntó otro.
—No, pues... yo no la quiero perjudicar. Y sea como sea no la voy a obligar —dijo al fin Otumbo.
Fue así como se fue mermando la oportunidad de aquella cópula que parecía prometedora para aquellos tres mirones, por lo que calificaron despectivamente a su compañero por desaprovechar tan preciosa oportunidad.
—¡Aaah... qué pinche pendejo¡ —exclamaron, casi al unísono, junto a otros variados calificativos.
Al día siguiente, Renata Campos sufría la resaca física y moral de su vida. Había estado a punto de jugarse su trabajo. Con tanto que le había costado. Y...más aún, había cometido una infidelidad. Una infidelidad al hombre que la había ...