1. La Feria


    Fecha: 12/09/2018, Categorías: Control mental, Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... empujones de la gente y el traqueteo del bus, los pechos de Cristina no paraban de rozarse con el brazo de su hermano. Carlos se estaba deleitando con el roce y se dio cuenta de que su hermana no llevaba sujetador. Podía sentir sus pechos moverse libremente debajo de toda aquella tela. Estaba alcanzando el nirvana cuando Cristina se apartó bruscamente interrumpiendo aquel roce inapropiado. Carlos trató desesperadamente de retomar el contacto, pero solo conseguía hacerla enojar.
    
    Fue entonces cuando, preso de una pataleta infantil, recordó el incidente de ese mismo verano y se decidió a utilizarlo en su favor. Fue entonces cuando, cediendo a su propio egoísmo, con voz mezquina susurro a su hermana en el oído la palabra fatal.
    
    -Asmodea.
    
    Era imposible que nadie a su alrededor supiera lo que estaba pasando, pero para Carlos fue evidente que sus palabras habían tenido el efecto deseado. Su hermana volvía a tener el cuerpo erguido y la mirada perdida, no era la primera vez.
    
    -A partir de ahora no te importara rozarme con tus pechos de vez en cuando. Para ti será un gesto cariñoso, nada más. Ahora despertaras y no ...
    ... recordaras lo que hemos hablado, pero cumplirás con mis instrucciones. – Carlos hablaba en susurros, pendiente de que nadie más que su hermana pudiera escuchar lo que estaba diciendo. Se sintió mal por lo que acababa de hacer, pero eso no le detuvo.
    
    El resto de viaje lo pasó deleitándose con el suave tacto de los pechitos de su hermana rozando su brazo y su espalda. Llegó a percibir como sus pezones empezaban a reaccionar poniéndose duros, aunque, bajo tanta tela, no podía estar seguro. No cesaba de repetirse que aquello no tenía ninguna maldad, que era algo cariñoso, pero su pujante rección evidenciaba su propio autoengaño.
    
    Cristina parecía no darle mucha importancia a lo que estaba pasando, aunque permanecía en silencio y evitaba el contacto visual. Y su cuerpo no paraba de encontrarse con el suyo, rozándose disimuladamente, pero sin ningún pudor.
    
    Cuando llegaron a su estación, le dolía la entrepierna de tan dura como tenía la poya. Se despidió de su hermana con un beso en la mejilla, como tantas otras mañanas. Pero esta vez tuvo que hacerse una paja en los lavabos de su instituto antes de entrar a clase. 
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