Domingas
Fecha: 15/09/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos
... y otra vez a releer el párrafo que se refiere a la carta que yo le mandé, y me invade una tremenda sensación de tranquilidad y de alegría. Me he puesto cachondo, sí, tengo la polla medio tiesa y dura. Si pudiera esconderme ahora mismo en el almacén del furriel que hay junto a las duchas de la compañía… detrás de las mantas apiladas hay unas cuantas revistas porno, en una de ellas sale una tetona increíble que me hace recordar a Mercedes; joder, le he dedicado ya unas cuantasgayolas.
Son casi las cinco de la tarde de un viernes y me marcho a Madrid con pase de fin de semana. No he dicho nada en mi casa. A lo largo de la semana he hablado por teléfono con Mercedes y hemos quedado en que la voy a recoger al portal de su casa y después, mi intención —nada opuso en contra cuando lo dije— es coger habitación en un hotel y pasar con ella estos dos días, follando a tope, dándome un banquete con sus grandes tetas. Tengo más de tres horas de carretera por delante.
Me ha costado encontrar una cabina de teléfonos en funcionamiento, pero a las ocho y media de la noche —he venido por el peaje para tardar menos— estoy nervioso a la espera de Mercedes. Ahí está. Rápidamente entra en el coche, nos saludamos, echa una bolsa de viaje al asiento trasero y tras darme un par de besos en las mejillas, una suave caricia en el mentón y un nuevo suave beso, ahora en los labios, arranco.
—Qué guapo estás vestido de militar. Te favorece llevar el pelo corto y estar tan moreno
No para de ...
... hablar, me pregunta muchas cosas durante los diez minutos que tardamos en llegar a un hotel del cercano barrio de Las Adelfas. Me sorprende que pregunte cuándo y dónde me hago las pajas en el cuartel y si tengo intimidad para ello o me pueden ver mientras me masturbo o si lo hago acompañado por algún compañero. No sé si le gusta mi respuesta, por la expresión de su cara es como si le desilusionara saber que tengo un pequeño dormitorio para mí sólo y es allí donde habitualmente me masturbo, por las noches o antes de levantarme, sin nadie a mi lado.
Habitación doble con cama de matrimonio, para dos noches. Entramos, y tras un rápido vistazo, con naturalidad, se acerca y me da un corto y suave beso en los labios. De nuevo me besa, mirándome a los ojos, y ahora sí que compartimos un beso largo, con lengua, guarro, ensalivado, repasándonos ambas bocas, abrazándonos, que provoca el incendio de todo mi cuerpo y la sensación de que empiezo a tener la polla muy necesitada.
Me desnuda —me hace ilusión quitarte la ropa, soldadito— sin prisas, comentando que no he engordado, que se me ve fuerte, que le gusta que tenga tanto vello en el pecho y en el pubis, deteniéndose para admirar mi polla, ya algo más quemorcillona —lo sabía, estaba segura que tenías un buen pollón, me he fijado muchas veces en tu paquete— y pasando suavemente su mano por mis huevos en varias ocasiones, sin dejar de sonreír, con los oscuros ojos muy brillantes.
—¿Pensabas que tu compañera Mercedes es una tontita? ...