Domingas
Fecha: 15/09/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos
... y densa leche que, al sacar la polla, parecen rebosar de la vagina, pringando los labios y saliendo lentamente, quizás al ritmo de la todavía agitada respiración de Mercedes.
Me tumbo —más bien me derrumbo— en la cama al lado de la mujer, quien me mira siempre sonriente, con aspecto de estar relajada. Ahora mismo tiene más pinta de mujer cuarentona algo ajada que antes de empezar a follar, como si la corrida le hubiera avejentado.
—Vaya polvo, Marcelo ¿Te has quedado bien?
—Me he corrido de puta madre, me hacía mucha falta una hembra como tú
Acerca su cara a la mía y me da un beso en los labios, un piquito, y se gira hacia la mesilla. No suelo fumar tabaco, pero Mercedes ha encendido un cigarrillo rubio inglés y lo compartimos. Sigue hablando, como si tuviera que confesarse conmigo.
—De jovencita tenía poco pecho, estaba un poco acomplejada. A los veintidós años, pasando el verano en mi pueblo, enfermé de algo que no supieron decir qué era, y tuve fuertes fiebres durante semanas, así como dolores en espalda, abdomen y pecho. Cuando me recuperé me llevé la sorpresa de que mi talla de sujetador había crecido hasta la 110, y durante varios meses más mis tetas crecieron hasta que llegué a la 120 que ahora tengo. Me llevé una alegría, y los hombres con los que he estado, seguro que también
—Da un gustazo comerse unas tetas tan grandes, con esos pezonazos tan ricos. Es una sensación de plenitud cojonuda
—Te has puesto ciego, soldadito, y eso me encanta, me ...
... gusta que los hombres disfruten conmigo. Sabes, si he estado con un hombre, cuando después me miro desnuda en el espejo, me gusta ver en mis tetas las marcas y señales de los besos, chupetones y mordisquitos que me ha dado. Me excita recordar cómo lo hemos hecho, y a veces me tengo que masturbar
—Eres una mujer caliente. Eso nos gusta a los tíos, por lo menos a mí
—Casi nadie lo sabe porque no lo voy contando. Antes de trabajar en la gestoría estuve casada cerca de dos años con un ricachón de mi pueblo. Me separé antes de los treinta porque mi marido tenía la mano demasiado suelta y pesada, se excitaba pegándome fuertes puñetazos en los brazos, los muslos y las tetas, después se ponía a llorar pidiéndome perdón hasta que se corría haciéndose una paja muy lenta. Apenas me penetró en una docena de ocasiones. Yo me quedaba dolorida y excitada, sin entender nada, y él no se preocupaba de mí. Dormíamos en cuartos separados. Lo que pude llorar y la cantidad de pajas que me hice en esos veinte meses de matrimonio. Bueno, y después también. Siempre he sido muy pajera, desde que lo descubrí con dieciséis años, y raro es el día que no me masturbo, casi siempre por la noche antes de dormir, aunque haya estado follando esa tarde
No ha dejado de acariciarme el paquete con suavidad durante todo el rato, apretando levemente de vez en cuando los testículos, llevando uno de sus dedos hacia el perineo, avanzando lentamente hacia mi culo, con confianza, sueltecita, sabiendo lo que está ...