1. El señor Fairbanks y Belisaria


    Fecha: 19/09/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: gineslinares, Fuente: RelatosEróticos

    ... mentira.
    
    -No, no lo sabe –respondió sonriendo y enseñando sus dientes amarillentos por la nicotina. Una sospecha empezó a crecer en mí y sus palabras me lo confirmaron. Me creí desmayar-.He hablado ayer con él y no sospecha nada. Supongo que hoy le habrá llamado pidiendo explicaciones, pero usted, como mujer recta y decente, lo habrá negado y lo habrá achacado a los celos de la distancia, seguro, molesta por la poca confianza que se deposita en usted.
    
    El muy hijo de puta venía preparado, enseñando una mano con cartas ganadoras. Conocía mi doble vida, conocía a Mauricio (al menos sabía cómo contactar con él) y sabía de mi irremediable amor por él. Me tenía cogida por los huevos.
    
    -Dudo incluso que su madre Vaticinia y su padre Pancracio sepan siquiera de su vida acá, como ustedes dicen. Bueno, si les va mal, siempre puede ofrecerse como aliciente sugestivo en el hotelito que están planeando, pienso yo.
    
    Me mordí el labio inferior con saña. Nada me hubiese gustado más que arrancarle la cara moteada de pecas con las uñas y golpearle hasta que sus dientes se esparciesen sanguinolentos por toda la cocina, pero sospechaba que también lo tendría previsto.
    
    -Qué es lo que quiere, señor Fairbanks –claudiqué con un suspiro.
    
    Don Felipe juntó las yemas de los dedos de sus manos y ahuecó su nariz entre ellos inclinándose en la silla para acercar su rostro al mío.
    
    -Por ahora nada, señorita Bela. Pero recuerde que si sospecho el más mínimo contratiempo, desaire, insulto, ...
    ... negativa o venganza… -dejó la amenaza en el aire-. Ni una palabra a mi madre, claro. Por ahora siga con su doble vida de chacha putona como antes.
    
    Como antes no podrá ser, putrefacta hez de caballo, pensé.
    
    -Bueno, como antes no –dijo como si me leyese la mente, lo cual me hizo dar un respingo en la silla. Giró su armatoste para marcharse y repitió-. Como antes, no, claro, esto lo cambia todo.
    
    -¿Por qué me hace esto? –pregunté mirando el sobre amarillo estrujándolo entre mis dedos, deseando hacerlo desparecer.
    
    -¿”Por qué”, dice, señorita Bela? –se detuvo de espaldas a mí- .Supongo que por saborear de nuevo el control, por sentir otra vez la irresistible sensación de saberte dueño de los actos de otra persona. Cuando ese malnacido de Gutiérrez me quitó las piernas, también me robó lo único que me hacía moverlas: el poder sobre los demás. Y sobre mí. ¿Cómo se sentiría si su madre tuviese que desatascarla el culo con un dedo cuando no ha cagado en tres días? Ahora no tendré un ejército, pero por algo se empieza.
    
    Algo. Eso era yo para el cabrón. Algo.
    
    Callamos unos segundos durante los cuales sólo se oyó el crujir del sobre entre mis dedos.
    
    -Esperaré lo mejor de usted a partir de ahora y no dude que será penalizada si su trabajo no me satisface. Y a mi madre ni “mu”, ya sabe. Vaya a hacer sus cosas, por favor.
    
    Ese “satisface” me hizo arrugar los labios y retorcer el ceño. No lloré, por fortuna; muerta estaría si le daba esa satisfacción. Estaba segura de que ...
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